“Nada hay tan dulce como la patria y los padres propios, aunque uno tenga en tierra extraña y lejana, la mansión más opulenta”. -Homero –
Para mí, diciembre constituye una efeméride filial, en virtud de que este 22 se conmemora el 101 aniversario del nacimiento de mi padre, el almirante Luis Homero Lajara Burgos, y el 24, se cumplen 27 años de su partida en la barca de Caronte. Por coincidencia, en estos días, un amigo me pidió que aclarara la mención de la palabra “macana”, popularizada por él a mediados de los años setenta, en los innumerables programas de radio y televisión de la época, donde era invitado, refiriéndose a la “macana de la ley y el orden”, versus la lenidad y falta de autoridad, y no incitando a que se maltrate a nadie con ese instrumento en forma de diminuto bate de béisbol.
Algunas personas, a pesar de que él siempre explicaba esa acepción, siguieron difundiéndola de forma distorsionada, sin tomar en cuenta que se trataba de un militar que en la dictadura de Trujillo, fue un jefe de la Marina de Guerra y de la Policía Nacional, que nunca ordenó golpear ni asesinar a nadie. Y en su vida civil participó en política como creyente en la democracia, como única vía de alcanzar el poder, siendo un constitucionalista a carta cabal.
Ahora que se cuestiona la conducta de ciertos componentes de los cuerpos armados- sostén de la integridad territorial, la paz y el orden-, saco a colación un capítulo de mi bitácora personal (1989), cuando fui designado oficial de enlace con el portaaviones norteamericano Coral Sea ( mar del Coral) , en una visita al país, que por su gran calado -distancia vertical ente la línea de flotación y la línea base-, tuvo que fondearse ( tirar ancla) en el antepuerto de Santo Domingo y sus tripulantes tenían que utilizar botes para llegar al puerto.
El comandante del portaaviones dispuso un pasadía de confraternidad con los marinos dominicanos, seleccionándose la terminal turística de Sans Soucí, por ser apropiada para actividades con grupos numerosos de personas, como esa tripulación de 4000 hombres. Su oficial de logística hizo las coordinaciones de lugar con el suscrito para el segundo día de esa visita.
Desafortunadamente se presentó un mal tiempo que impidió el traslado en botes de los tripulantes designados del portaaviones a la terminal turística, y la actividad, ya con todo en tierra, tuvo que ser suspendida. Como zarpaban al otro día, me informaron que los 2000 cortes de carnes de hamburguesas con sus adicionales (panes, quesos, refrescos, etc.), según los reglamentos de contabilidad de la Marina USA, después de que los alimentos y bebidas salen de la contabilidad del buque, no pueden retornarlos al mismo.
Por esa situación me solicitaron buscar la manera más idónea y expedita de distribuir los mismos y sugerí donarlos a instituciones de caridad reconocidas. La influencia de la doctrina paterna de asumir las misiones encomendadas con responsabilidad y eficiencia, utilizando la iniciativa racional, me indujo, raudo, a iniciar la entrega supervisada a hogares de niños y asilos de ancianos. Al concluir, distribuí las raciones restantes entre marineros de la Armada a bordo de los barcos surtos en el apostadero naval de Sans Soucí, incluyendo su club y comedor de la base naval. Por la gran cantidad de raciones distribuidas la noticia corrió como la fama.
Algunos oficiales del entrono reprocharon mi proceder, tildándome hasta de ingenuo, ya que, según ellos, ahí lo que aplicaba era traicionar la confianza depositada en mí y “hacer negocios” con 2000 cortes de carnes importadas de hamburguesas, en una época en que estaban diseminados por toda la ciudad esos puestos de venta.
Desde ese momento confirmé los constantes consejos de mi padre, de que en mi carrera naval me iba a encontrar con dos faros, el de la luz y el de la oscuridad, por ende, debería aplicar la “deontología militar”, navegando el rumbo del honor con dignidad, el cual nunca he variado, brindándome la tranquilidad de disfrutar con mi familia el honroso retiro militar, dedicándome a labores privadas productivas.
Siempre me cuidé de no ser influido por lo que “a la vista de todos”-finales de los ochenta-, se estaba gradualmente convirtiendo en la “cultura de la corrupción”, método incorrecto de supervivencia de individuos que han ingresado a la milicia sin vocación, propagándose como plaga de langosta, incrementándose vertiginosamente en los últimos años, no solo en el proceder de militares indignos, sino en otros estamentos del Estado y la sociedad.
En estos escándalos recientes , donde se investigan uniformados de alto rango, a pesar del impacto mediático, todavía bajo la óptica de la presunción de inocencia y respeto a la dignidad humana, hasta que un tribunal decida con la calidad de la cosa irrevocablemente juzgada, dejo para reflexión, en el ocaso de un año que termina con duras pruebas en medio de una pandemia, el segmento navegado desde mi actuación correcta hace 32 años, como enlace del portaaviones Coral Sea, hasta el desempeño aparentemente criminal de militares y policías que se desviaron de la esencia digna del uniforme, conformando “corporaciones del mal” , motivando con sus acciones operaciones diversas del Ministerio Público, como la denominada “Coral 5G”.
“Se delega autoridad, pero la responsabilidad siempre es del superior”. ¿Qué ha pasado? Quiénes con autoridad, por comisión u omisión, se beneficiaron y no actuaron en contra del conocido “lado oscuro de la fuerza”, para evitar que ese cáncer hiciera metástasis, colocando un país en vilo, esperando la cirugía jurídica, que aunque hoy una minoría confundida la pueda ver con dolor, aliviará un cuerpo donde la mayoría de sus órganos están sanos.
Ahora lo que procede, con carácter de inmediato, es acelerar la expulsión, sin injusticias, del lastre corruptor que carcome los cimientos de los cuerpos militares y policiales, cuyos componentes , sobre todo los mandos, deben tener siempre el indispensable perfil profesional y moral , en un país donde todos nos conocemos, fomentando día a día el respeto y la confianza que deben generar ante la sociedad.
Feliz Navidad y un año 2022 pletórico de salud, fe y progreso decente.