Pittsburgh (EEUU).- Pittsburgh, ciudad anfitriona del G20, alardea de haber superado su pasado siderúrgico y creado una economía moderna pero, por encima de todo, en EEUU, es la cuna de un imperio tan imbatible como americano: el del "Ketchup".
El emblemático producto, que debutó en el mercado estadounidense en 1876, permitió que Henry John Heinz (1844-1919) edificase a comienzos del siglo XX un gigante empresarial omnipresente aún hoy en esta ciudad de Pensilvania.
"Los Heinz son una de las familias de la era industrial que todavía tienen influencia hoy", dijo a Efe Andrew Masich, presidente del Centro Histórico Senador John Heinz, un museo sobre la historia de la ciudad.
Entre las pruebas de que este es el feudo de los Heinz está la cena con la que la primera dama estadounidense Michelle Obama agasajará esta noche a las esposas de los dirigentes del G20 y que se celebrará en la granja Rosemont, propiedad de la familia Heinz.
Teresa Heinz Kerry, viuda del senador Henry John Heinz III, ha supervisado de cerca los preparativos en la granja de su propiedad y planeado una pequeña excursión por las instalaciones si aún no ha oscurecido cuando lleguen las esposas de los dignatarios.
"No sé cuánta luz habrá. Es una pena", dijo la semana pasada al diario Pittsburgh Post-Gazette Heinz Kerry en referencia a los planes para entretener a sus distinguidas invitadas.
Más allá de la cena, el legado de los Heinz queda patente en distintos puntos de la ciudad, desde el distrito cultural, donde se alza el Centro Heinz para las Artes Escénicas, hasta el estadio de fútbol americano Heinz.
Henry John Heinz puso las primeras piedras de este imperio, con más de 32.000 empleados y unos beneficios de más de 800 millones de dólares en el 2008.
Criado en el seno de una familia numerosa de origen alemán, demostró espíritu emprendedor desde su juventud, cuando fundó un negocio de cultivo de vegetales, que posteriormente vendió embotellados y con los que comenzó a amasar su fortuna.
En 1876, fundó una empresa con uno de sus ocho hermanos y un primo y lanzó al mercado el "Ketchup", una salsa de tomate de la que se venden más de 600 millones de frascos al año.
Henry John Heinz se separaría dos años más tarde de sus socios comerciales y amplió a más de 50 la gama de productos.
El poder económico cristalizó en poder político cuando uno de los descendientes del fundador, Henry John Heinz III, se convirtió en senador en 1976.
Su muerte en un accidente de avioneta en 1991 acabó en gran medida con el poder político de los Heinz, aunque su influencia se ha perpetuado gracias a los fondos benéficos, que financian desde proyectos artísticos hasta medioambientales.
"La familia Heinz siempre representó innovación", explicó Masich, quien apuntó que esa innovación se plasma ahora en el respaldo de causas culturales y ecológicas "que ayudan al mundo en distintas formas".
Los Heinz no son, de todos modos, únicos en sus aventuras filantrópicas, una vía por la que han optado muchos de los descendientes de grandes empresarios de la era industrial, cuando se forjaron inmensas fortunas en EEUU.
Las Fundaciones Scaife, con sede también en Pittsburgh, son otro ejemplo de esa tendencia.
Tras ellas está Richard Mellon Scaife el multimillonario propietario del periódico Pittsburgh Tribune-Review y principal heredero del patrimonio acumulado por la familia Mellon en el sector petrolífero, de aluminio y la banca.
Sus fundaciones respaldan causas conservadoras.
Otra de las fundaciones caritativas más conocidas del país, la John D. and Catherine T. MacArthur Foundation debe su origen a otro empresario de Pensilvania, John D. MacArthur (1897-1978).
A ellas se suman las organizaciones que deben su existencia a grandes empresarios estadounidenses como Rockefeller, Joseph Pew, o los fundadores de Johnson & Johnson y los cereales Kellogg. EFE