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Chivirica parió a Obama

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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Para mí, el mayor símbolo de libertad que tiene el planeta Tierra es el perro viralata: ¡los adoro! Sus sonrisas me parecen una lluvia de verano, cálida y tierna, dulce y abrasadora. Son tan sinceros, tan sencillos, tan fieles y tan poco dado a la pretensión que maravilla verlos, enorgullece andar con ellos, humaniza el dejarlo vivir en su mundo de Sol y aire, lluvia y tierra.

Chivirica nunca reparte despojos con los soberbios, se conforma con lo poco, con eso que llega para adornar la paz del corazón y no con el gran tesoro que llega lleno de turbaciones. Sale a las calles con la suerte echada en su regazo, sus orejas están hechas para escuchar las amonestaciones de la vida, es sabia porque tiene oídos dóciles; su humildad es hija de su honestidad.

Creo que fue observando al perro viralata que Cristo Jesús aprendió a poner el otro lado del rostro, pues aún sus enemigos hacen estar en paz con ellos. Esa es una virtud santa del viralata, no se ha emborrachado la altivez de su espíritu, no le esperan caídas, carecen de altilocuencias, pues nunca han sido necios.

Son para asimismo un buen remedio, pues sus corazones siempre están alegres. Saben alejarse de los espíritus tristes, saben que esas sendas pervertidas secan los huesos y saben que sus necios ojos vagan hasta el extremo de la tierra.

Para el viralata su libertad es su riqueza, es su ciudad fortificada, es el muro alto en su imaginación. Solo a la misericordia y a la espontaneidad de la naturaleza se aferran. Se puede afirmar que son los que con mayor sabiduría compran la verdad y no la venden.

Chivirica no se llamaba así. Fue Domingo, nuestro conserje nocturno, quien le puso ese nombre. Chivirica tenía una hija, una morenita con una raya blanca que la convertía en una preciosa mulata, tan López como Jenifer. Su madre nunca la dejaba, la llevaba donde quiera que iba, la entrenaba en el mundo de obtener alimentos enriquecidos y le enseñaba donde encontrar los mejores machos para cuando le llegase su anhelada primavera.

Siendo el Administrador José Joaquín Guzmán, construimos para nuestra torre un zafacón donde todos los residentes tiran sus desperdicios, algo que verdaderamente ha funcionado bien. Chivirica vive en el Parque Mirador Sur y como estamos a una cuadra de ese monumento nos incluyó dentro de su área de dominio. Como las trabajadoras domésticas sacan los desechos al final del día, Chivirica llegaba a eso de las cinco y media con su hija y allí le enseñaba como se abrían las fundas y como se obtiene el buen alimento, ese enriquecido por la diversidad de sazones.

A esa hora, más o menos, llega Domingo. La hija de Chivirica lo vio y le lanzo un saludo, un beso envuelto en llamas, Domingo se lo respondió con gentileza y aquello fue amor a primera vista. Chivirica aceptó con gusto la conquista de su hija y de ahí en adelante ambas pasaban la noche junta con Domingo, acostada a sus pies, cuidando de su forjado desvelo.

Domingo no viene lo lunes, ese es su día de descanso, pero la hija de Chivirica no lo aceptaba así. Ese lunes, como a las cinco y cuarenta minutos de la tarde, Chivirica y su hija tenían una discusión en el lado opuesto de nuestra acera. Chivirica se cansaba de explicarle el que Domingo no vendría y le pedía, le rogaba que por favor se fueran a dar un paseo por Jardines del Embajador, donde había muchas cosas que tenia que enseñarle. Las explicaciones de Chivirica, sus ruegos no daban resultado, hasta llego a morderle una oreja, pero la hija seguía obsesionada con que tenia que ver a Domingo y nada funciono, ninguna cosa. Chivirica dejo a su hija en la acera y se fue a caminar su frustración, adolorida, llorando, gimiendo. La hija sonreirá, había adquirido la libertad, era la primera vez que no le hacia caso a su madre, que no corría tras ella.

La hija de Chivirica se acostó en la acera, allí esperaba, miraba la esquina de la Pedro A Bobea con Sarasota donde debía aparecer la cabeza de su amo, pero Domingo no aparecía. Pensó entonces que Domingo debió haber venido mas temprano, o que vino por otro lugar, incluso creyó haberlo visto caminando en nuestro patio y se lanzo a cruzar la acera, ha demostrarle a su madre que estaba equivocada, el motorista que venia a toda velocidad se dio cuenta de lo que había ocurrido cuando se vio en el suelo lleno de sangre y dolor y a su lado una perra muerta, a la que veía por primera vez.

Yo, para que los vehículos no destrozaran su cuerpo, la puse en una caja y la coloque en un lugar en el que fuese llevada al cementerio. Eran las siete de la noche cuando la madre regreso para reírsele a su hija en el rostro y hacerla que reconociera la validez de la información que le había dado, pero al cruzar la verja y llegar a la calle la recibió el olor a sangre de su hija. Dio mucha vuelta con los ojos lleno de lagrimas, aulló desesperadamente, le pidió y le reclamo a su Dios, salio huyendo tras el olor de su hija, pero este se le perdió entre las toneladas de basuras y Chivirica regresó para pasar una noche de desvelo: Sin Domingo y sin su hija.

Todos los días, a la hora en que su hija fue asesinada, Chivirica se paraba en el lugar donde su amada encontró la muerte y miraba a ambos lados para ver si algún vehiculo la ayudaba a conseguir un retiro temprano. En varias ocasiones lo intentó, pero los chóferes, como un raro milagro, esquivaron el golpe evitando el suicidio. Domingo empezó a hablarle y a consolarla y toco la suerte de que Chivirica quedo embarazada, tan pronto sintió vida en su interior abandono la idea del retiro planificado, ya no quiso el acabar con su vida.

El embarazo fue todo un éxito, en el tiempo previsto nacieron seis hermosas y sanas criaturas, una hembra y cinco varones. A Chivirica no le ha faltado alimento y ella produce leche como si fuese una manguera. Pasado un mes le llegó su primer dolor. Una vecina, bien intencionada, se llevó a su hija, la única hija.

La señora tiene noble corazón y la tomó para criarla y ponerla a vivir con todo el cuidado y el amor del mundo, pero Chivirica no entiende de esas cosas y derramó más lágrimas que las que una madre puede producir. La consolamos y Chivirica se dedicó a darle el amor y los alimentos que reclamaban sus otros hijos, sin dejar de visitar a la hembra, aunque fuera para recibir su perfume, su olor de princesa en jaula de oro.

Creyendo que le robarían a los demás, tomó una precaución: Se llevó a tres de ellos y los ocultó. La gente empezó a decirme que le habían robado tres hijos más a Chivirica, pero yo vi a Chivirica muy confiada y contenta, así que le respondí que era la madre quien los tenía, ocultos, en algún lugar y que cuando ella descubriera que nadie le robaba los otros tres, los devolvería. Así fue, así paso. La alegría retorno al hogar, Chivirica trajo nuevamente a los hijos que se había llevado y empezó ese juego maravilloso entre hermanos: La madre los observaba satisfecha.

Como crecían tan fuertes, tan libres y tan hermosos y como ya respondían a la voz humana, le pusimos nombres: Al que parecía que había nacido primero, fuerte y gallardo, un morenito con un bello collar blanco, lo bautizamos como Prisajú, que significa Primer Salvaje de la Jungla , un título real. Prisajú es un verdadero príncipe, camina como tal, escucha como un león y está plenamente seguro de que los demás perros son sus súbditos. Al otro, un color chocolate puro, que adora a su madre con locura, que parece hijo de una mezcla de raza, lo bautizamos como Obama, porque tiene un carácter apacible, es adorable y posee la inteligencia del retozo, la sabiduría juguetona, esa que crea esperanza. Un blanco quemado, con la belleza del rompe corazones, lo llamamos Chulo, al otro blanco, porque en sus ojos parece tener una gran preocupación por las matemáticas y siempre esta contando los huesos que le traía, en honor a mi hijo, lo bautizamos con el nombre de Mike, y al último, blanco también, en reconocimiento al cariño de Domingo, lo bautizamos como Domi.

Para la hembra, que parece tener un perfil italiano, la bautizamos como Casini, nombre que proviene de las primeras sílabas de los nombres de Camila, Simona y Nicole. Camila y Nicole son mis vecinas, dos tigueritas hermosas y sabias como su madre María. Simona es mi compañera de risas y llantos. Así que tomamos la Ca de Camila, la Si de Simona y la Ni de Nicole y creamos Casini. No sabemos si la nueva dueña le mantendrá ese nombre.

Este pasado 25 de Septiembre, los golpistas entraron al palacio que Chivirica había creado, entraron como perversos, bien armados y sin una gota de misericordia en sus conciencias. Sus gritos, sus esfuerzos y sus ladridos no impidieron que le robaran a sus hijos. ¿Cuánto duele la impotencia?

Es difícil cuantificar el dolor de una madre, no creo que ni siquiera el corazón de la propia madre puede cuantificar lo espantoso de esa espada que se queda clavada mientras ve la sangre correr y que dura enterrada mas allá del correr de la sangre, mucho más allá. Chivirica, en un esfuerzo por salvar la libertad y la esperanza, rogó a los ladrones que no se llevaran a Obama:

—Obama es el símbolo de la libertad, es mi viva esperanza, por favor, déjenmelo. Ustedes no pueden robarse la libertad, no hay como ni donde encerrar a la esperanza, ladró.

Pero el corazón del perverso está blindado, ningún ruego le entra, no escucha los gritos de la desesperanza. Chivirica se hincó, le rogó a Dios, le imploró al Creador, pero Dios, siempre desocupado, no la escuchó.

En la mañana del 25 de Septiembre fui a visitar a Chivirica, a preguntarle si necesitaba algo, a felicitarla por ser una madre tan espléndida, a jugar con sus hijos y a verlos jugar. Su palacio estaba vacío, como un cementerio abandonado, y mi corazón sintió el dolor del crimen perpetrado. La busqué en el vecindario, le pregunté a Lele y a Lalo, los conserjes durante el día. Lele me dijo que la había visto en los alrededores del apartamento donde está su hija, la que bautizamos como Casini. La encontré: Allí pedía desesperadamente que le permitieran ver a su hija, hablar con ella, quería contarle lo que le había sucedido a sus hermanos. Al verme se lanzo sobre mí y en mis brazos lloró dolor, un dolor que penetró en mi corazón como esas balas que explotan cuando están dentro. Chivirica alimentaba a seis, ahora no alimenta a nadie, ningún ser vivo chupa sus pechos y tiene tanta leche acumulada que sus senos llegan a la tierra, la arrastran hacia la tumba.

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