“La paciencia es también una forma de acción”.
-Auguste Rodin-
Este 27 de febrero se cumple el 178 aniversario de nuestra Independencia con el trabucazo de Mella en la puerta de la Misericordia, así como el 25 se conmemora la fundación de las Fuerzas Armadas, las que desde que se izó el Pabellón Nacional en la puerta del Conde, combatieron las tropas haitianas por 12 años, a fuerza de machete y pólvora (1844-1856).
Desde entonces, nuestros cuerpos castrenses han sido los catalizadores del sentimiento nacional, bastión de los símbolos patrios, resguardo de la soberanía nacional y la integridad territorial, como la defensa de la frontera, que con sus situaciones acaecidas, como el contrabando, aún está en el mismo lugar que hace casi dos siglos.
No es atinado aprender la historia dominicana de oídas y con la emoción del sesgo personal, producto de las secuelas de una dictadura y la “Guerra Fría”. Dar luz a puntos ciegos, constituye un reto histórico para no desinformar, y más estigmatizando el papel de nuestros institutos armados, a los cuales les ha correspondido intervenir en eventualidades generadas por los políticos, a veces con daños directos y colaterales.
Oportunidad
Esta efeméride es propicia para recordar el papel de los militares de todas las épocas, como el accionar de los militares constitucionalistas que en 1965 lucharon para reponer al presidente, profesor Juan Bosch, depuesto por un golpe de Estado en 1963, lastre histórico que no se puede cargar solamente a las Fuerzas Armadas.
Posteriormente, en los primeros gobiernos del Dr. Balaguer (1966-1978) los mandos superiores y medios de las fuerzas militares estaban formados bajo la doctrina Trujillo, para cumplir “órdenes superiores”, pero sin patente de corso para atropellar.
En esa época dos superpotencias se disputaban la hegemonía del mundo, donde lamentablemente murieron dominicanos, no solamente los que se entrenaron en la Unión Soviética o en sus satélites, para hacerse expertos en explosivos y guerra de guerrillas, con el fin de tomar el poder de forma violenta. También fueron asesinados militares y policías en el cumplimiento del deber. “Todos”, hechos dolorosos que esperamos no se repitan.
Esos capítulos de nuestra historia requieren de una investigación justa, no solo tomando en cuenta testimonios de un solo segmento, sino también de militares que sirvieron cuando Trujillo y Balaguer, que han expresado, solapadamente, por su formación estanca, que las unidades regulares de las Fuerzas Armadas nunca se utilizaban para torturar o asesinar, sino que estas sólo accionaron abiertamente (Ejército, Armada y Fuerza Aérea) para responder con su potencia de combate en los intentos de invasiones de 1949, 1959, y en menor grado en la guerrilla de Caamaño (1973), conectada con los Palmeros (1972).
Hay un caso orientador donde Trujillo le entregó un listado de personas al entonces coronel Luis Homero Lajara Burgos (1955), jefe de la Policía Nacional, ordenándole que “resuelva”, y él le contestó : “Jefe, si es lo que yo creo, usted sabe que esas cosas tienen su gente”, de esa manera evadió semejante orden por entender que la misma fue un lapsus mental del generalísimo, aunque ese mismo día fuera relevado del cargo.
Sanción
Siempre han habido, como en todas las profesiones y oficios, uniformados que delinquen y maltratan, por consiguiente, mientras mayor sea el grado del infractor, se debe actuar con más rigurosidad, bajo el imperio de la ley, y no solamente destituyendo a los culpables, para que el temor a la sanción siempre esté presente cuando un militar embestido de autoridad sienta la tentación de involucrase en peculado, narcotráfico u otro delito.
El presidente, don Antonio Guzmán, asumió el poder en 1978, despolitizando las fuerzas militares y policiales. Este proceso no se realizó con el soporte de las bayonetas de suizos ni noruegos, sino con las mismas Fuerzas Armadas que encontró, las que algunos enjuician como si fueran organismo independientes, cuando “no son un fin en sí mismas” , sino instituciones que deben ser apartidistas, virtuosas, no deliberantes y subordinadas al poder civil, quien les traza las líneas de acción.
Por esos giros del timón, el doctor Balaguer regresó al poder en 1986, y antes de cumplir dos meses, destituyó al ministro de Defensa, al comandante de la Armada, y el director de la Dirección Nacional de Investigaciones (DNI), cuando una persona apresada apareció ahorcada en un destacamento de la Armada en Sabana de la Mar, sin ninguno tener responsabilidad directa, sí institucional, haciendo ver, ya pasada la Guerra Fría, que no había necesidad de usar el monopolio de la violencia, sin que dejaran de suceder hechos aislados.
Sobre presuntos actos de corrupción cometidos por “militares activos”, al comprobarse, llevando el debido proceso, bajo el sustento de las pruebas, deben recibir todo el peso de la ley, sin sobredimensionar testimonios de individuos que fueron ingresados por minúsculas “corporaciones uniformadas” a las instituciones militares y policiales para fines perversos. Estos pseudo soldados no han cumplido ni con el entrenamiento militar básico para llamarlos militares per se, para mucho menos darle fe pública a todo lo que digan, y que la sociedad, confundida, los equipare con los militares auténticos, influyendo en la peligrosa baja de la moral.
Las Fuerzas Armadas, cuya columna vertebral es la disciplina, en su gran mayoría, están conformadas por hombres y mujeres honestos que junto a sus familias merecen respeto y bienestar. Son los que, además de sus deberes constitucionales, mientras la ciudadanía duerme, apoyan a la Policía Nacional en la seguridad pública , y en sus misiones emergentes son soportes en la lucha contra el narcotráfico, preservación del medioambiente, salvando vidas en fenómenos naturales y otras emergencias, como esta pandemia que aún nos azota, siendo las que conjuntamente con el personal médico, se arriesgan y abandonan sus hogares para cumplir con su deber.
Que este aniversario de la Independencia sea inspiración para seguir el proceso institucional con iniciativas progresistas en pro del interés nacional, ejecutadas desde el Estado, apoyado por el sector privado, bajo el liderazgo de dominicanos, civiles y militares, sin otra distinción que su virtud y su talento, para conformar un proyecto de nación, sin exclusiones, que no sea sólo propaganda partidista, sino hechos que honren a nuestros próceres que hace 178 años forjaron con su sangre la nación dominicana.