Desde hace 15 años hemos estado cerca del Dr. Emmanuel Esquea Guerrero. A su lado estuvimos cuando este político corría por la presidencia del Partido Revolucionario Dominicano.
En esa oportunidad, como muchos, entendimos que por su experiencia y dotes de resistencia, honestidad inquebrantable, equilibrio y disciplina era el mejor árbitro que podía tener esa importante agrupación política opositora.
Cuando observamos a los líderes de grupos, Hipólito Mejía y Luís Abinader inclinar sus balanzas a favor de Miguel Vargas, dejando a un lado al Dr. Esquea, fruncimos el seño y bajamos nuestro perfil político, hasta el extremos de no sentirnos motivados a votar y trabajar por ninguno de los aspirantes a la secretaría general y de organización, muy a pesar de los buenos sentimientos de amistad y cariño que nos unen a esos distinguidos dirigentes, en cambio sí lo hicimos por otros candidatos.
Una vez más, el PRD ha quedado entrampado en una ligera y estúpida lucha por un cargo que a nuestro entender jamás tuvo la importancia que se le ha querido dar, porque el licenciado Hatuey Decamps Jiménez duró 14 años como secretario general del partido y ha nadie le quitó el sueño y mucho menos le dio frio ni calor.
Dos figuras jóvenes, con futuro político, como Orlandito y Guido han quedado distanciados en el momento.
Nadie tomó en cuenta que si bien es cierto que ambos son excelentes dirigentes, también es ciertos que la institucionalidad partidaria es dirigida por organismos, equipos y frentes de masas que a la postre son los adoptantes de las posiciones y políticas partidarias.
Una vez más las bases, con su carga de frustración y desesperanza tendrán que esperar que los que “perdieron” se retiren del sol, vayan a una oficina de aire frío y se pongan de “acuerdo” con los que “ganaron”, unos y otros pidan disculpas por los excesos y se pongan a trabajar por el partido y el reto que tiene por delante.
Recojamos la experiencia peledeísta, porque a Danilo Medina no le valió que renunciara de la secretaría de la presidencia de la República, ni silenciarse por un buen tiempo, ni decir públicamente que le ganaron los recursos del Estado, al final, en las elecciones del 2008 se le vio votar tranquila y plácidamente por su partido, el que hoy para dolor de muchos siguen al frente de la cosa pública.
El PRD tiene por delante una sagrada tarea y es la que tiene que ver con el fortalecimiento institucional, con la puesta en marcha de sus estructura orgánica, con la modernización y con la de avanzar en las elecciones de medio término y prepararse para alcanzar la presidencia de la República en el 2012. La hora de los hornos ha llegado, ahora o nunca.