Por: Alexander Pérez
La República Dominicana está siendo impactada duramente por efectos exógenos que no puede eludir: primero la pandemia, que obligó a cerrar todas las estructuras productivas, sociales y fiscales; pero además, crear programas de asistencia directa a esos sectores fabriles y comerciales para evitar que se vayan a la quiebra.
En medio de esta barahúnda asume al poder el presidente Luis Abinader, que tras ejecutar un plan anticovid, ahora debe afrontar el impacto de la invasión rusa a Ucrania, que de un tiro disparó los precios del petróleo por encima de la línea sicológica de los US$100 el barril, y de otros comodities como el trigo, maíz, soya, urea y la mayoría de los metales.
Salir de una crisis sanitaria, que los tratadistas del tema económico han advertido que lo menos que podría generar es una estanflación, para hundirse en otra contracción de carácter global, es como para unir a todos en una cruzada para que el impacto sea menos lesivo.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden ha sido reiterativo en cuanto a que la guerra “será dura y larga en el tiempo”, no es para menos, porque además del paquete financiero que ha autorizado, Ucrania recibe misiles antiaéreos de largo alcance y aviones no tripulados (drones) para tareas de espionaje y reconocimiento, como de ataque a las fuerzas rusas.
Una guerra de desgaste como la que infiere Biden sería más lesiva al interés nacional, porque nadie sabe hasta dónde podría llegar la inflación, y aunque el oro se está apreciando en el mercado mundial, ese aumento no compensaría los incrementos en los demás ámbitos de la economía.
Rusia es el segundo productor mundial de petróleo; el segundo de gas natural; Ucrania lidera la producción mundial de girasol, con un 30 %; en maíz es el sexto productor y el cuarto exportador (17 %); y ambos dominan la exportación global de trigo con el 30%, por eso se les llama: “El Granero de Europa”.
A pesar que el trigo que se consume en este país no viene de esa región, sino de Estados Unidos, Brasil y Argentina, esa inestabilidad en el mercado mundial presionará y obligará a subir los precios de las harinas, y por ende, del pan, pastas, galletas, bizcochos, y otros.
No se trata de una simple elucubración periodística, el propio presidente Biden, y su par de Francia, Enmanuel Macrón, lo han adelantado: “la escasez de alimentos (va a ser real), es uno de los temas de los que he hablado en Bruselas”; “el precio de las sanciones no va a ser solo sobre Rusia, va a ser sobre muchos países, incluyendo los europeos y el nuestro también”.
La administración del presidente Luis Abinader a principio del pasado año impulsó una política de dinamización de los sectores productivos inyectando recursos para que puedan recuperarse en el menor tiempo posible, pero como la economía global comenzó a salir del letargo del covid, generó una inflación del 8.3%; un crecimiento del 12.3%; las reservas en divisas de US$10,750 millones al cierre del 2020, a US$13,000 millones en el 2021. Que impulsó una apreciación del peso en 1.4 por ciento.
La directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, ha adelantado que los países emergentes resentirán el alza de los precios como un daño colateral de la guerra, a pesar de lo lejos que está, la inflación en muchos de estos países ya estaba en auge previo a la guerra, por su dificultad para recuperarse de la recesión dejada por la pandemia. “ahora, encima, viene la presión sobre los precios de la energía por la guerra».
En medio de este entorno internacional adverso, los tratadistas del tema económico observan que los países productores de café, arroz, cerdo, pollo y otros podrían afrontar inconvenientes de producción por la escasez insumos.
El profesor e investigador de la Universidad del Pacífico, de Lima, Daniel de la Torre Ugarte, especialista en economía agrícola observa: “una tendencia similar se siente en los fertilizantes, que son el principal producto ruso importado en la región, que antes del 24 de febrero ya registraban un alza; ahora viene un incremento mayor en el precio, y una mayor escasez; que puede redundar en una menor aplicación y potencialmente, en una baja del rendimiento, como un efecto directo de la guerra”.
El entorno internacional no es nada agradable para ningún país del mundo, principalmente los que tienen una fuerte industria del turismo, que por el incremento en los precios de los combustibles impactará en los precios de los paquetes turísticos; además, del temor que la misma guerra provoca en un segmento de la población mundial de subirse a un avión.
La misma inflación opera proporcionalmente adversa a las remesas, que envía la diáspora a sus familiares, por cuanto al subir sus propios costos de vida, les queda menos recursos con que ayudar e invertir. Es seguro que esta situación se haga sentir en la temporada alta de verano en que estaremos próximamente.
El resultado final de esta invasión a Ucrania, se ha convertido en un escenario tenebroso para los llamados países emergentes, como esta República Dominicana, más cuando el cierre de las rutas comerciales en torno a Rusia son un obstáculo al comercio global, que podría generar serias dificultades a las cadenas de suministros, y empujar a un mayor aumento de la inflación que nos ahoga. El autor es periodista. Reside en Santo Domingo.