Yo me declaro rebelde. No acepto la privatización de las playas. Todo pueblo regido por el derecho escrito y por la costumbre, un derecho que le es propio, que le es común con el conjunto del género humano, se llama derecho civil, es decir, derecho propio a la ciudad. Mientras que el derecho que la razón natural establece entre todos los hombres es observado de manera semejante en todos los pueblos, se llama Derecho de Gentes, es decir derecho que usa todo el género humano. No existe en ningún Estado un antecedente de legislación privatizando el uso y disfrute de las playas.
Yo apelo al Derecho de Resistencia. Esa facultad que tienen los pueblos para oponerse a un individuo o grupo que gobierna, en este caso a los legisladores, por poner en peligro los intereses de la sociedad que le esta conculcando la libertad de actuar de acuerdo con la voluntad individual sin restricciones físicas o de otro tipo. Le están eliminando el valor del Estado, que es el valor de los ciudadanos que lo conforman.
Han actuado como tiranos, les ha sido más fácil actuar que pensar. No han hecho el bien por falta de conocimiento, han creado un mal por la ignorancia o quizás por el mar de intereses que rigen las relaciones políticas y empresariales.
No comprenden que el espíritu de las leyes es la razón Divina y que la ley suprema es el amor universal por el género humano. El privilegio entre el rico y el pobre es egoísmo. Dar bienestar a uno y negarlo a otro, es una negación de la ley suprema del pueblo.
Una legislación que crea privilegios es selectiva, carece de espíritu de igualdad y de legalidad. No debe aceptarse bajo ningún alegato.
Cuando el “Capitalismo Salvaje” ordena obedecer a sus intereses no es suficiente tener una buena cabeza. Lo esencial es saber usarla a favor de la comunidad. Estamos ante la presencia de los tentáculos del poder, los cuales nublan la razón, hasta llegar al extremo de prohibir al desposeído el disfrute de un patrimonio de la humanidad.
Señores legisladores, durante mis singladuras por distintas latitudes, disfruté entre seres humanos las playas de las costas del Atlántico y Pacifico de los Estados Unidos. En América de Sur, la divertida Copacabana. En el Mediterráneo, las aguas cálidas de Cannes, Saint Tropez y Barcelona y la última zambullida en aguas extranjeras fue en la playa de Taiwán, todas ellas públicas.
No vi un hotel con una playa privada; es inconcebible. El turista no tiene en la mente ir a un país para disfrutar una playa privada. Es la armonía interior del ser humano. La naturaleza de la creación tiene el espíritu de colectividad. ¿Quién les dice a ustedes que el hombre es un ser solitario?
Despierten, salgan de la oscuridad espiritual y aterradora que está degradando a la sociedad humana.
La democracia garantiza el cumplimiento a cabalidad de los derechos humanos, por tanto son inaceptables las legislaciones acomodaticias. Las mismas son indignas, aberrantes y es como quitarle la venda a la Diosa de la justicia, por tanto se pierde el espíritu de igualdad, convirtiéndose en una arbitrariedad.
En la televisión de los Estados Unidos hay un programa de casos insólitos el cual se llama: AL EXTREMO. Presentan los casos en secuencia del 10 al 1, según su extravagancia. Señores legisladores: estoy seguro que vuestra legislación de privatizar las playas y los ríos ganaría el No.1, no los felicito DAN PENA, PONEN PRECIO A LA PATRIA. Las playas y los ríos son PATRIA DOMINICANA.