En la difícil lucha contra el cáncer hay un aspecto que resulta esencial para la victoria: la buena compañía. Según una nueva investigación, el aislamiento social es un factor que empeora las posibilidades de vencer esta enfermedad. Dicho en otras palabras, el ambiente social en que vive una persona afecta el desarrollo de este mal, para bien o para mal.
Hace seis años, un equipo de investigadores de la Universidad de Chicago comenzó una investigación usando a ratas como modelos. Tomaron animales con predisposición genética a sufrir cáncer de mamar y los criaron en dos ambientes diametralmente opuestos. Mientras que la mitad afortunada vivió y creció rodeada de colegas roedores, los ratones de la segunda mitad fueron condenados al aislamiento.
Los investigadores dejaron pasar un tiempo y luego analizaron las glándulas mamarias de los dos grupos. El resultado fue claro: las ratas solitarias desarrollaron tumores mamarios más grandes. Como si esto fuera poco, estos desafortunados animales también mostraron una alteración en la respuesta hormonal al stress.
Esta investigación ilustra que el ambiente social, y la respuesta social de un animal a ese ambiente, pueden claramente alterar la expresión genética en una gran variedad de tejidos, no sólo el cerebro. Este es un nuevo descubrimiento que podría comenzar a explicar cómo el ambiente afecta la susceptibilidad de las personas a otras enfermedades crónicas, como la obesidad, la diabetes tipo 2 y la hipertensión, declaró Suzanne D. Conzen, una de las autoras de la investigación.
La bioquímica de la soledad
A continuación, los científicos se enfocaron en descifrar las consecuencias moleculares exactas de un ambiente social desfavorable, es decir el efecto de la soledad. Por ese motivo, analizaron muy a fondo los cambios en la actividad de los genes del tejido mamario de los ratones de ambos grupos.
El equipo de investigadores detectó que la expresión de ciertos genes involucrados en el desarrollo de tumores estaba modificada en las ratas solitarias. Aseguraron que estos patrones alteradores podrían ser, en el futuro, el foco de terapias de prevención de cáncer, especialmente en personas con predisposición a sufrirlo.
Dado el creciente conocimiento del genoma humano, podemos comenzar a identificar y analizar las alteraciones específicas que tienen lugar en tejidos propensos al cáncer de las personas que viven en ambientes de riesgo. Esto nos ayudará a comprender mejor e implementar estrategias de prevención de cáncer, concluyó Conzen.