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Delincuencia de otro rostro

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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Un año atrás, el secretario de Interior y Policía acuñó la expresión de que la sociedad estaba aportando más muertes violentas que la delincuencia.

Independientemente de que el objetivo del ministro fuera ganar imagen para el programa de control de la delincuencia y justificar las restricciones para el expendio de bebidas, mostrando que habían tenido un efecto reductor en la criminalidad, debería importarnos las características de los hechos que siembran luto, dolor y desamparo.

Sin una segmentación apropiada no es posible aplicar las estrategias adecuadas para accionar sobre una problemática.

Pero en los hechos de la delincuencia también hay que hacer clasificaciones, no me refiero sólo a la subdivisión tradicional que habla de delincuencia de cuello blanco y delincuencia común, puesto que, sobre todo en la última, se ha ido produciendo la incursión de unos actores sin perfil criminoso.

Se trata de personas con doble vida. La más conocida es la de ciudadanos correctos con preocupaciones sociales y políticas, pero no les tiembla el pulso ni la conciencia para embarcarse en empresas atroces.

Ilustro con cuatro casos que han tenido incidencia en los medios de comunicación, empezando por el que concitó mayor atención: el secuestro de Eduardo Baldera Gómez.

Cuando se habla de una acción de esa naturaleza, la sospecha pública apunta de inmediato hacia dominicanos deportados de Estados Unidos, porque, desde luego, no se trataba de rateros de los que llegan, roban y matan hasta por un celular.

Al descubrirse el hecho, trasciende que sus ejecutantes, entre los que hay dos fallecidos, eran ciudadanos de una supuesta mentalidad progresista, que además de procurar fondos para solventar sus adoctrinamientos entienden que de ese modo estremecen al sistema que aspiran a superar. Nada que ver con el tipo de delincuentes de los que se despechaba.

No bien resuelto un caso, se produce otro, el del rapto de un niño de Santiago. Por igual, podría pensarse que se trataba de individuos de un prontuario delictuoso que procuraban una recompensa inmediata, pero pronto se descubre que una de los principales actores fue una pariente que se prestó para organizar el secuestro.

Hubo otro caso de un niño de un hogar muy pobre, secuestrado en La Victoria, cuyos familiares acusaron a la Policía de clasista porque no le había dado a ese caso la atención que al de Baldera. Aunque nadie pensó que a ese niño lo habían secuestrado en procura de rescate, los medios se solidarizaron y reclamaron solución, pero lástima que alguna ley no permita que ciertos individuos se les encuere y se les de una pela con un chucho. Las investigaciones apuntan a que el padre del infante no era inocente. Es un padre de cuchumil hijos a los que no puede mantener, con una pareja reciente que es estéril, y que aparentemente la quiso compensar con un regalito arrebatado a otra madre.

Pero el hecho más escalofriante es la muerte a tiros de un estudiante de administración de una universidad privada, con 21 años. Pensamos que algunos desalmados lo asesinaron para robarle. Lo que han estado arrojando las investigaciones, debe poner sobre alerta a todos los padres, porque a cualquiera le puede ocurrir, el jovencito no andaba en buenos pasos ni en la mejor compañía.

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