A propósito que desde 2002, cada 12 de junio se conmemora el Día Mundial contra el Trabajo Infantil. En 2023 —con el lema «Justicia social para todos. Poner fin al trabajo infantil»— la Organización Internacional del Trabajo (OIT) pretende seguir poniendo de manifiesto la gravísima situación de los niños que “trabajan”.
Son millones de menores condenados desde temprana edad a una explotación que les lleva a perder su infancia y su futuro, que no tienen acceso a una alimentación suficiente, a una sanidad adecuada ni a una educación de calidad para vivir una infancia digna, lo que aumenta dramáticamente su tasa de mortalidad infantil, especialmente en el Sur.
Pero, pese a innumerables tratados, leyes, congresos, programas, movilizaciones y otros tantos eventos, bien sea a nivel internacional como de naciones, no se ha conseguido aún terminar con el “flagelo” del trabajo infantil, sino que el número de niños y niñas dedicados a tareas que no les corresponden por su edad «está aumentando, sobre todo con motivo de la pandemia», asegura Fidèle Podga, coordinador del departamento de Estudios de Manos Unidas.
Se estima que, a día de hoy, 160 millones de niños y niñas están en situación de trabajo infantil, lo que representa uno de cada diez niños en todo el mundo. Aunque repartidos por todo el planeta, estos “pequeños esclavos” se encuentran, sobre todo, en África, con 72 millones de afectados.
«Estamos hablando de “esclavitud” infantil; no de “trabajo” infantil, ese dulce eufemismo políticamente correcto que se utiliza para no generar indignación», aclara el coordinador del departamento de Estudios de Manos Unidas.
«No nos referimos aquí a esas tareas que forman parte de la madurez de la infancia, sino al horror que suponen esas escabrosas e inhumanas ocupaciones que vemos a diario, que atentan contra la dignidad de los niños y niñas», añade.
Para Fidèle Podga, recurrir a su mano de obra casi gratuita, vulnerable y descartable es la mejor manera (sic) de reducir los costes de producción y permite maximizar todavía más los ya existentes beneficios empresariales.
“Hablamos eufóricamente de los muy lucrativos negocios del cacao, del café, del té o de la soja, sin recordar que esos productos salen del sector agrícola que representa el 70 % de los niños en situación de explotación infantil (112 millones). Hablamos también de las ganancias del servicio doméstico, del turismo —sobre todo el sexual—, o de la actividad manufacturera, olvidando que pertenecen al sector servicios que explota al 20 % de la población infantil (31,4 millones)», denuncia Fidèle Podga, para referirse, después, a los «sustanciosos beneficios relacionados con el oro y los diamantes de las joyas, el litio y cobalto de las baterías o el coltán de los teléfonos, sin tener presente que provienen de ese sector industrial que esclaviza a un 10 % de menores (16,5 millones)».
En el Día Mundial contra el Trabajo Infantil 2023, «habría que interpelar a la sociedad civil para que se indigne y cuestione aquellas empresas que esclavizan a la infancia. Esto implicaría, también, exigir a los Estados y Gobiernos mecanismos de trazabilidad sobre la mano de obra; además de sistemas de inspección laboral que castiguen especialmente a los explotadores», demanda el coordinador del departamento de Estudios de Manos Unidas.
Por otro lado —explica Podga— nunca acabará el trabajo infantil si los poderes públicos son incapaces de imponer un trabajo decente con sueldos dignos para los adultos, que evite que las familias tengan que consentir la explotación de sus hijos para ganarse la vida para sobrevivir».