En el país, los productores solicitan que los organismos agropecuarios sean favorecidos con recursos del presupuesto complementario, pues la ausencia de estos “ha puesto en peligro las siembras de ciclo corto de invierno, que incluye vegetales, tubérculos y leguminosas”, según informó Osmar Benítez, vicepresidente de la Junta Agroempresarial Dominicana (JAD).
Claro que se sabe que del dicho al hecho hay trecho, pero no hay otro camino que el de la espera porque se cumplan los acuerdos e iniciativas de los líderes mundiales, quienes dijeron “apoyar una multimillonaria iniciativa para impulsar la agricultura y la seguridad alimentaria” en toda su dimensión.
De un lado, el G-20 pide al Banco establecer un fondo fiduciario multilateral para respaldar tal iniciativa.
La cifra sube y sube, tristemente. Se contaban antes de la actual crisis económica y alimentaria, más de 800 millones de personas mal nutridas en el mundo. Ahora, la FAO estima que el número de personas que padecen hambre y pobreza excede los 1.000 millones y en 2050 habrá 2.300 millones.
Habrá que invertir millones de dólares en la agricultura y la seguridad alimentaria, para que los países pobres puedan salir poco a poco…
Reuniones, cumbres, citas mundiales, acuerdos…. enfoques multilaterales que dicen avalar la seguridad de los alimentos a lo largo de toda la cadena alimentaria y la construcción de sistemas agrícolas sostenibles. Se requieren ya resultados concretos, no expectativas grisis.
En la República Dominicana no acaban de ponerse de acuerdo la Secretaría de Agricultura, el Banco Agrícola, el Instituto Agrario y el Instituto de Recursos Hidráulicos, para disponer de recursos destinados a la preparación de terrenos, mejoramiento de los caminos, semillas, tecnología y asistencia técnica, así como para créditos a los productores.
En definitiva, los acuerdos van por un lado y las realidades por otro. ¿Será que no habrá una convergencia tan imprescindible y necesaria entre los unos y los otros?