“Tú eres un niño que estás representando a tu madre y a tu padre, y a tu familia […] Tú amas a tus padres y tienes orgullo de tu familia. Mantén en alto el nombre de tu familia”. -Sor Leonor Gibb-
Tuve el honor de asistir al documental “Consuelo”, dirigido por Gabriel Valencia y Fernando Santos. Inspirado en el libro: “El milagro de Consuelo. Una historia con valor para la educación dominicana”, escrito por la doctora Leonor Elmúdesi Espaillat, directora general de la comunidad educativa Lux Mundi.
Trata sobre el establecimiento de monjas canadienses de la Orden la Inmaculada Concepción en el municipio de Consuelo, San Pedro de Macorís (1959), para sembrar educación a través de la escuela Divina Providencia.
En ese documental se aprecian los testimonios de profesores y egresados de la escuela Divina Providencia, caso especial en la historia educativa dominicana que demuestra que en nuestro país se puede impartir educación pública de calidad para formar el mejor activo nacional: ciudadanos educados.
La obra fílmica fue auspiciada por la prestigiosa empresa naviera MARDOM, interpretando la impronta de uno de sus fundadores, don Gustavo Tavares Espaillat, gran padrino de esa escuela, también creador de Acción Empresarial por la Educación (EDUCA) en1988, plataforma que promueve la calidad educativa en la familia, la escuela y el profesorado para bien de la sociedad.
Su convicción de que “la educación debe ser una obsesión nacional” lo llevó además a ser fundador de Acción Pro Educación y Cultura (APEC).
Ver el documental y leer el libro muestran la elevada capacidad de gestión con que esas ejemplares monjas canadienses formaron profesores locales motivados y con las destrezas, la actitud y los conocimientos adecuados en la escuela Divina Providencia, la que se transformó en crisol de progreso y paz social.
Entre los aportes a la seguridad social del proyecto se destacan, el centro de salud Divina Providencia y el barrio para los maestros.
La práctica del deporte y de las actividades culturales con contenido social, constituyen pilares de ese concepto educativo que resalta la identidad nacional bajo la égida de monjas como sor Ana Nolan, sor Leonor Gibb y sor Lorenza Hass.
Tal legado debe ser emulado como faro de luz de la educación, el cual llegó a lugares como los bateyes azucareros, que en el imaginario colectivo son sinónimo de baja calidad de vida.
Esta crónica educativa debería ser difundida a nivel nacional, priorizando los liceos, colegios y demás centros de enseñanza, con el apoyo gubernamental. Ello, de la mano del sector privado, aunando el compromiso nacional con el social corporativo.
Y es que por medio de la educación el niño y el adolescente se apropian progresivamente de los sentimientos, asegurando la continuidad social en valores de las generaciones venideras, creando también visión de conjunto.
Uno de los profesores formados bajo la doctrina de esas monjas canadienses, manifestó: “las huelgas se pueden hacer, pero sin afectar a inocentes”. Esa expresión demuestra los valores transmitidos por esas religiosas: la autodisciplina, el autorrespeto, la puntualidad y el amor por la educación.
Sobre la puntualidad, me recordaron a mis padres, por el valor que le conferían a la misma, basado en su reflejo de cortesía hacia los demás. En el caso de la escuela, transmite deferencia y gratitud hacia el maestro.
En su libro inspirador de sueños, la doctora Elmúdesi, revela la importancia del apoyo a los hijos en la educación y sus adversidades, sobre todo cuando el hogar se fracciona, como ocurrió cuando el ingenio Consuelo cerró su planta y muchos padres emigraron para buscar trabajo en otros lugares.
La falta de continuidad de ese paradigma de la educación en el país la observamos con sumo pesar, cuando personas pertenecientes a ese municipio, cumpliendo condenas en tribunales, ganan encuestas internas de sus partidos para repetir en los cargos, motivando a otros a seguir ese funesto derrotero, ahora con el peligroso escenario con las pandillas en los liceos públicos.
El editorial del Listín Diario del 30 de septiembre pasado nos ofrece cifras alarmantes, como la inversión ineficaz en los últimos años de más de 20.000 millones de dólares para la educación de calidad.
El 97.8% de los alumnos dominicanos con dificultades para resolver problemas básicos de operaciones matemáticas y el 77% de los estudiantes de sexto grado figurando en el peor nivel regional registrado en América Latina son los indicadores para un cambio de rumbo.
El 4% del Producto Interno Bruto para la educación, hasta ahora, es inversión fallida. La estrategia debe de ser urgentemente reformulada, alejando la política de la educación y con más participación de instituciones privadas como EDUCA, para evitar que, junto a padres irresponsables, se siga ralentizando y dislocando la formación del futuro de la nación: los jóvenes.
Como no se puede seguir haciendo lo mismo y esperar resultados diferente, recordemos lo que decía Santo Tomás Moro: “Formar niños es más inteligente que enderezar adultos”.