Que la crisis económica amenace el esfuerzo que los científicos del mundo realizan por apoyar el desarrollo de la salud, resulta una de las peores noticias del momento.
Y no es que exista un comportamiento ingenuo en el análisis. Es lógico considerar que todo se retrasa en lo que a las investigaciones y nuevas formas de tratamientos para diversas enfermedades se refiere.
Pero, en el caso de los esfuerzos por combatir el SIDA, por ejemplo y otras dolencias que abaten el denominado “mundo en desarrollo”, las esperanzas estaban centradas en los pasos inmediatos que se daban a fin de obtener, al menos, una esperanza para quienes tienen esos padecimientos.
Recientemente, pudo conocerse que un fondo mundial de salud apoyado por las Naciones Unidas aseguraba que la crisis económica mundial podría hacer retroceder sus estudios dirigidos a la búsqueda de soluciones para quienes viven sus días con padecimientos que pudieran ser eliminados.
Michel Kazatchkine, director ejecutivo del Fondo Mundial para la Lucha contra el SIDA, la Tuberculosis y la Malaria, expresó su preocupación ante el incumplimiento de algunas naciones ricas con su compromiso de suministrar fondos que coadyuven en el desarrollo de iniciativas de salud pública.
Se dice que el fondo requiere de por lo menos 4.000 millones de dólares para sus actividades hasta el año próximo y claro está que no podrán los países en vías de desarrollo reunir dinero para enfrentar tales enfermedades, si lo primero es afrontar el hambre y la subsistencia cotidiana, agudizadas por la crisis económica global.
Tal y como plantean el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), aumentará “entre 55 y 90 millones de personas más en la pobreza extrema este año”. Nada, que las noticias siguen siendo tristes, sobre todo para los que padecen enfermedades en el más aquejado de los mundos, y claro que hablamos del nuestro.