Ni pensar en las consecuencias que dejará tras sí la posible suspensión del desayuno escolar, tal y como vaticina la Unión de Medianos y Pequeños Industriales de la Harina (UMPIH), al anunciar que próximamente se agotarán los recursos que integran este necesario alimento para los estudiantes dominicanos.
Aunque se están haciendo convocatorias a otras entidades, la pregunta es ¿hasta cuándo habrá que depender de las buenas intenciones de secretarías e instituciones, cuando en verdad un asunto tan sensible y vulnerable como este debía estar resuelto antes que tantos otros que se priorizan en el país?
Es que, como se ha publicado en estas mismas páginas, la pena redunda más aún en el hecho de que el desayuno escolar “apenas representa la quinta parte del uno por ciento del presupuesto nacional”.
Lamentablemente, siempre hemos reflexionado a través de estas líneas acerca de lo que significa que la salud y la educación sean negocios y los términos numéricos sobresalgan y pesen en los bolsillos de unos u otros, cuando las necesidades esenciales que suple el desayuno escolar sigue siendo parte de un pasaje gris y con matices nada prometedores para el futuro de la República Dominicana.
No se trata sólo de suplidores y empresarios, sino de una responsabilidad de la cartera que encabeza Melanio Paredes, junto al resto de las personas que deben ocuparse de la alimentación de niños y niñas, esos seres que dirigirán el peso de la nación en un futuro no lejano.