Sesenta y cinco de cada cien hondureños respaldan las elecciones convocadas para hoy y las enfocan como la más apropiada salida a la crisis que vive ese país desde la defenestración de un presidente que se colocó de espaldas a la institucionalidad. Es el sexto proceso desde 1982, pero no es uno más, es el más importante de la historia comicial de ese país.
Desde fuera, ha sido el certamen más atacado, pero pocas de las elecciones han tenido mayor respaldo de los actores del proceso. A diferencia de las de 1948 en las que los liberales se retiraron alegando inseguridad y fraude, no hay una sola de las fuerzas de las tradicionales que se haya abstenido, por el contrario, uno de los principales puntales del proceso es el partido al que pertenece Mel Zelaya Rosales.
El punto más luminoso en la campaña fue la suscripción por cuatro de los participantes de un acuerdo de nación que regiría orientando las estrategia de desarrollo sobre las próximas dos décadas.
Lo que los hondureños certifican mañana no es sólo su derecho a decidir quien los gobierna, que bien puede ser Porfirio Lobo Sosa, el candidato del Partido Nacional, preferido también en las encuestas en las elecciones que ganó Zelaya, producto del espaldarazo de Roberto Micheletti; o puede ser Elvin Ernesto Santos, ex vicepresidente de Zelaya y candidato del Partido Liberal; o el socialdemócrata Bernard Martínez, del Partido de la Innovación y Unidad, líder de las organizaciones negras de Honduras; o el hombre de la Central General de Trabajadores, el sindicalista Felito Avila; o el izquierdista César Ham, sino a decirle a la comunidad internacional que ellos son actores de su propio destino.
En un momento los dejó de respaldar todo el mundo, pero ya no es así. Hay opiniones como las del presidente de Costa Rica Oscar Arias, que consideran que es absurdo e hipócrita decir que no se reconocerá el gobierno que surja de las elecciones hondureñas, y sin embargo, muchos de los que así opinan no hacen lo mismo con el gobierno de Irán, surgido en un proceso muy cuestionado, y con el de Afganistán, surgido en unas elecciones fraudulentas.
Volviendo a contar desde la nada, Honduras ha recibido un significativo aporte económico de Japón para costear parte de los gastos en el proceso, así como una postura de colaboración y compromiso de asunción de los resultados de parte de Panamá, Perú, Costa Rica, Colombia y los Estados Unidos, lista que se ampliará después que se declare el ganador.
Tan activa como los partidos en campaña, ha estado la sociedad civil, que cedió sus escenarios para los debates de los candidatos y ha exhortado a los hondureños a votar por Honduras.
No les resultó fácil llegar con dignidad hasta el día de hoy, pero llegaron; no les será fácil lograr que la comunidad internacional admita que su principal falla fue condenar a los hondureños sin escucharlos, pero la historia habrá de hacer aportes menos apasionados.