Desde finales de 2008 se manejó la cifra del gasto en la carrera armamentista en aproximadamente, 180 veces más que lo destinado a la erradicación del hambre.
Comercio, petróleo, droga, seguridad, cambios climáticos, así como los Objetivos del Milenio han estado en el tapete de las conversaciones de los jefes de Estado, entre ellos, del presidente de la República Dominicana, Leonel Fernández.
América Latina y el Caribe continúan siendo vulnerables “a los choques externos y se encuentran en situación de incertidumbre ante el nuevo escenario de crisis económica mundial, fundamentalmente en lo que concierne a la seguridad alimentaria de las poblaciones”.
A los desafíos de cumplir el derecho a la alimentación se imponen cifras que parecen inverosímiles. En todo este período, el alza de los precios de los alimentos elevó a 51 millones el número de personas hambrientas en el mundo.
El hambre ataca como fiera insatisfecha y entre los más afectados están los niños, niñas y adolescentes. Sin hablar de la desnutrición crónica, que aflige al 44% y 50% de la población en la región. De ellos, un gran número son dominicanos y dominicanas.
Fuentes del Instituto de Investigaciones Internacionales de Paz de Estocolmo (SIPRI), significan que la guerra contra el terror ha llevado a muchos países a ver sus problemas a través de una óptica militarizada y la usan para justificar un alto gasto militar, como es el caso de las veinte principales compañías armamentísticas, donde aparecen firmas europeas y estadounidenses.
Los retos para la eliminación del hambre durante este año que culmina fueron superiores a los de períodos anteriores, y la pregunta sigue siendo si alguna vez quienes lucran gracias a este negocio, comprenderán lo que significa gastar más en armamentos que en la batalla contra el hambre, que significa, en definitiva, permitir la vida.