Satán no tiene tiempo, pero no acepta perderlo. Así que le exigió al periodista que fuera al grano, al meollo, a la esencia del desafío o lo enviaba para el infierno para que aprendiera por las buenas cómo preguntar y cómo redactar a la velocidad del zeppelín. Diógenes entendió el mensaje, no quiso jugar con la paz y la ciencia del ángel que por los siglos de los siglos ha compartido con Dios el control del Universo, o por lo menos el gobierno del planeta Tierra. Sin acariciarla hizo su pregunta.
—¿Cómo es que siendo Dios tan poderoso, usted, Ángel Diablo, con mucho éxito ha logrado sobrevivirle; ganarle en su propio Higuey?
—El gabinete –respondió el Rey del Infierno.
—Explíquese Lucifer –demando Diógenes.
—La elección de humanos, digamos Ángeles de la maldad, honestos e inteligentes y con la capacidad para combinar esas dos fuerzas, con la disciplina para amarrar la honestidad y la inteligencia. Deben tener la habilidad para combinar la honestidad y la inteligencia a la velocidad que la circunstancias demanden. Eso le da el éxito al gabinete y eso es lo que yo exijo.
—¿Y en el infierno ustedes demandan honestidad?
—Conmigo sí, con los demás hay que ser perversos. Robarles, mentirles, cogerles las mujeres, cogerlos a ellos…, todo lo que entre dentro del marco de gobernar a unos Ángeles cuya principal diversión es la violencia. Pero la honestidad de mis ministros conmigo es fundamental. Profesor, el castigo tiene que cumplirse, yo tengo un compromiso moral y con mi conciencia, mi conciencia tiene que estar limpia y satisfecha o no puedo dormir. Profesor, usted se imagina que tuviésemos ministros que se dejaran sobornar, mi prestigio como Rey seria cuestionado y el infierno no sobreviviría.
—¿Inteligencia para qué ? ¿Por qué los ministros del Diablo tienen que ser inteligentes?
—Porque la eternidad es bruta y ninguna cosa vive sin equilibrio.