A Melito Zelaya, el presidente que quebrantó el orden institucional de su país, pretendiéndose por encima del Tribunal Superior Electoral, de la Corte Suprema, del Congreso, de la Constitución y de las leyes, desatando una crisis que degeneró en su defenestración, solo le queda procurar una salida elegante de la sede de la embajada brasileña en Tegucigalpa, que tomó como refugio tras su ingreso clandestino a Honduras en una frustrada intentona de precipitar los acontecimientos. La ventosa internacional que soplaba en su respaldo, está tomando otro rumbo: el del reconocimiento de las elecciones que han convertido al presidente electo, Porfirio Lobo, en el más votado de la historia electoral de su país.
“Un proceso electoral de un año de duración culminó el 29 de noviembre cuando los hondureños expresaron su voluntad de manera pacífica y con amplia participación. Elogiamos a los hondureños por este logro y felicitamos al presidente electo, Porfirio Lobo, por su victoria”, así se acaba de expresar la secretaria de Estado de los Estados Unidos, Hillary Clinton.
El Partido Popular Europeo, que cuenta con la mayoría de los diputados en el Parlamento Europeo, y cuyo presidente, el diputado polaco Jersey Buzet, estuvo encabezando la misión de observadores en las elecciones hondureñas, tras conocer el informe sobre el desempeño del proceso, aprobó a unanimidad el reconocimiento de las elecciones y unas felicitaciones a Lobo.
Por su parte Brasil, suscribiente de la bravuconada del Mercosur, que supuestamente no acoge los resultados, en la práctica a hecho otra cosa, pedirle a Zelaya que abandone la sede diplomática en aceptación de que a partir del próximo 27 de enero, en Honduras hay un presidente legítimo.
Eso fue lo que vino a dejar muy claro en la República Dominicana, el señor Graig A Nelly, encargado del Buró de Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado de los Estados Unidos, que no hay vuelta atrás, que el imperio no admitirá vacilaciones.
El presidente Leonel Fernández, tras los cuestionamientos que produjo el primer anuncio de la frustrada visita de Pepe Lobo, procuró una manera elegante de entroncar con la realidad, recibir a Lobo y hacerlo en el marco de un diálogo, que, por lo menos, sería un instrumento de distensión.
Así reconoce a Lobo sin colocarse de espalda a Zelaya, que tiene en ese escenario la oportunidad de una salida honrosa de la embajada de Brasil.
Lobo, a lo sumo, podrá comprometerse a no propiciar retaliación contra Zelaya y los suyos, pero no tiene la posibilidad de llegar a otro acuerdo porque no puede colocarse por encima del Congreso, ni decidir cosas que competen al presidente de hecho, Roberto Micheletti, que no acogerá de brazos cruzados quedar como el patito feo.
La peor situación de Zelaya no ha estado frente a Lobo y su partido, a quienes les sobra deseo de verlo un tiempo tras las rejas es las astillas de su mismo palo, los del Partido Liberal que lo llevó al poder, y que se oponen de manera radical a que éste sea objeto de cualquier distinción.
Zelaya, si le dan la oportunidad, que coja sus camarazos en Santo Domingo y que se despida de las primeras planas, porque se le van a escasear.