En la mar, como en la guerra y en las operaciones de rescate, el equipo más avanzado es tan útil como la pericia de quienes lo operan.
No basta con contar con embarcaciones rápidas, helicópteros equipados o tecnología de punta, si la tripulación no posee la formación táctica y técnica necesaria para aplicarla con precisión en el momento y los escenario adecuados.
Un equipo sin los fundamentos operacionales de búsqueda y rescate, es como un buque sin carta náutica ni sextante : avanza a la deriva, sin rumbo fijo, dejando sus resultados al azar.
La diferencia entre una maniobra eficaz y una ejecución fallida radica en el buen desempeño, en el conocimiento profundo del medio y en la capacidad de fusión con el terreno y el escenario de operaciones.
En maniobras combinadas de búsqueda y rescate (SAR), es vital la sinergia entre los elementos marítimos, terrestres y aéreos . Un helicóptero puede localizar, pero si no hay nadadores de rescate entrenados para extraer al náufrago, la misión quedará incompleta.
Una lancha de respuesta rápida puede llegar al punto de impacto, pero sin una estrategia basada en patrones de búsqueda efectivos, cada minuto perdido reduce la posibilidad de éxito.
La excelencia operacional no se improvisa, se entrena. Se forja con disciplina, con el conocimiento de la táctica y con la experiencia en escenarios reales y simulados (zafarranchos).
En la mar, la improvisación es el peor enemigo; solo el dominio de los procedimientos y la integración del recurso humano capacitado con los medios adecuados garantizan el cumplimiento de la misión.
“No es el barco, sino la tripulación; no es el equipo, sino la estrategia; no es la suerte, sino la preparación, lo que define el éxito en la mar.”