En la década de 1960-70, el consumo de Marihuana en los Estados Unidos de Norteamérica y México era intenso.
Los vendedores de este vegetal difundían las maravillas mágicas de la Marihuana.
A esta hoja, usada por los sacerdotes indígenas, le atribuían efectos sagrados.
Masticar, tomar en té o convertirla en cigarros formó parte de la cultura y la tradición en Perú, Bolivia y otras naciones del continente.
Los Estados Unidos, a partir de 1965, en pleno desarrollo de la guerra en Viet Nam, fue el escenario de la llamada revolución Hippie de los melenudos, que se oponían a esta acción militar y consumían Marihuana como un símbolo de libertad.
La juventud en las universidades, las escuelas y las ciudades se concentraban para exigir paz, cantar, condenar la guerra y disfrutar las alucinaciones de la Marihuana.
El principal propulsor de esta música que resaltaba los mitos de la Marihuana, fue Bob Maleen, en Jamaica.
Los defensores de la Marihuana planteaban que no hacía daño, curaba enfermedades y tenía otras bondades.
Por su parte, estudios científicos demuestran lo contrario.
Los expertos dicen que “los efectos subjetivos de la Marihuana son esencialmente los mismos, si bien varían en intensidad según el contenido de THC. En los niveles de consumo social –recreativos, estos efectos incluyen: alteración de la percepción del tiempo y el espacio; una sensación de euforia, relajación, bienestar y desinhibición; oscurecimiento de la atención, fragmentación del pensamiento y memoria inmediata entorpecida; una sensación de identidad alterada, risa exagerada y sugestibilidad aumentada. En dosis más elevadas que los niveles recreativos típicos, pueden producirse distorsiones más pronunciadas del pensamiento, incluida una sensación alterada del propio cuerpo, una sensación de irrealidad personal, distorsiones visuales y a veces alucinaciones, pensamiento paranoide y síntomas agudos de tipo sicótico”.
Estos datos aparecen en la página 33 del libro –La Guerra Contra las Drogas – de James A. Inciardi, que recoge los estudios de las diferentes drogas que se venden en el mercado de los estupefacientes.
Definitivamente, la Marihuana hace daños al ser humano y la sociedad.
La Dirección Central Antinarcóticos de la policía, que comanda el general Alejandro Estévez Germosén, detuvo en Villa Consuelo a un niño de ocho años de edad cuando trasladaba en un bulto ocho libras de Marihuana.
El niño que servía de mula fue remitido a un Centro de asistencia especializado. Sin pasar 78 horas, en Navarrete se apresó a una persona de 70 años de edad con dos libras y cuarta de Marihuana.
Son dos edades que ponen en el tapete el daño que causa a la sociedad el microtráfico y el narcotráfico internacional.
También es una alerta para la sociedad que debería reaccionar frente a este hecho grave, muy grave, de un niño apresado en el momento que trasladaba ocho libras de
Marihuana.
Se necesitan acciones concretas para enfrentar la diversidad operativa de los vendedores callejeros de drogas.
Urge desarrollar entre la niñez y los jóvenes un programa agresivo de prevención, de educación y orientación, mientras que las autoridades deben redoblar los esfuerzos para sacar de circulación a los narcodelincuentes.
Esto no puede ser una labor exclusivamente de la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD), la Dirección Central Anti-narcóticos de la policía, el Ministerio Público y los jueces, sino de los padres de familias, maestros, catedráticos, empresarios, organizaciones profesionales, las iglesias y toda la sociedad.
Si nos unimos podemos ir ganando batallas en la guerra contra las drogas, que está ahí, las trajeron y vinieron a quedarse con base a permear, corromper y comprar impunidad.