Amén del dolor que produce en los corazones la catástrofe sufrida por el pueblo de Haití, tras el terremoto que convulsionó las entrañas de esa hermana tierra, la República Dominicana debe valorar otras tristes experiencias.
Especialistas en el tema sismológico comparecieron ante los diferentes medios radiales, televisivos y escritos y elevaron un mensaje que debe ser tenido muy en cuenta por las autoridades del país.
Lo cierto es que desde hace décadas se construye indiscriminadamente en la República Dominicana y no precisamente edificaciones que puedan resistir los embates de temblores de tierra de tal envergadura, como los que han devastado a Haití, sino torres de gran altura, para las cuales, como se ha repetido una y otra vez, ni los bomberos poseen condiciones para enfrentar algo semejante.
A las aflicciones que generan los acontecimientos de estos días, se suman las necesarias deliberaciones. La lección de Haití es un espejo donde podríamos mirarnos, sin pesimismos, ni lamentos; pero, sí con la objetividad y razonamiento que merece el tema.
El Estado dominicano debe prestar toda la atención posible a los programas de reforzamiento estructural en el país. El trabajo existe, según se ha expuesto. Las normas sísmicas para las construcciones están redactadas, pero la indisciplina y las decisiones matizadas por el libre albedrío, no sólo desentonan la arquitectura urbanística, sino que ponen a pensar, ¿qué ocurriría si la tierra tiembla fuerte aquí?
Mientras ayudamos, oramos y sufrimos la tragedia de los hermanos haitianos, pensemos…
