El caso del tema migratorio de los haitianos hacia República Dominicana se reconoce en el mundo entero como viejo y sin soluciones radicales o legislativas, por denominarlo con términos contemporáneos. Tampoco ha existido una disposición coherente de los distintos gobiernos para su solución y ahora la reflexión se impone tras la tragedia del 12 de enero.
Un poco de ejercitación de la memoria histórica recuerda las medidas empleadas por el dictador Trujillo para contener la inmigración haitiana, que tuvieron su más alta consecuencia en la masacre de esos nacionales, ocurrida en octubre de 1937.
Aunque la cifra exacta nunca se dio a conocer, existe un estimado de unos 20 a 30 mil haitianos muertos. Sin hablar de “la tristemente frase célebre: perejil”, manera en que identificaban a estas personas a partir de su imposibilidad para pronunciar ciertas palabras en español.
Tampoco hubo tregua durante el gobierno de Juan Bosch, cuando existieron confrontaciones de gran escala entre los dos países. Fue durante los meses de mayo y septiembre de 1963, en que tuvo lugar la gran crisis con la dictadura de Francois (Papa-Doc) Duvalier. Las tensiones alcanzaron un nefasto clímax, tanto diplomáticas, como militares y políticas.
Bosch dijo entonces en una declaración al pueblo dominicano: "Hemos sido insultados sin haber provocado nosotros el insulto; se ha invadido nuestra embajada con fuerzas armadas, lo cual equivale a una invasión a nuestro país y es una ofensa imperdonable a nuestra dignidad".
Tampoco las cosas marcharon sobre rieles. En años pasados, el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza, reconoció que la crisis de Haití no se solucionará de forma espontánea, y planteó, además, que la OEA mantienen una misión especial en la vecina nación para contribuir con el gobierno: “estamos trabajando en un programa para una nueva etapa en Haití”, dijo.
Pero, la situación se ha complicado. Los retos que enfrenta la realidad haitiana en estos momentos requieren de un respaldo legislativo, en un contexto de urgencias en todas las materias de asistencia humanitaria, reconstrucción, desarrollo, seguridad: menos armas y más justicia.
Y por su vecindad con Haití, corresponde a la República Dominicana este enfrentamiento a la recepción del flujo migratorio, agudizado desde los inicios del siglo XX, para el cual está incapacitado el país, debido a sus limitadas condiciones sociales.
Las grandes potencias reconocen su responsabilidad mayor en el caso haitiano. Pero, ojalá la conciencia signifique pronta ejecución, sobre todo tras estos tristes y lamentables sucesos, o los problemas tenderán a agudizarse, más…