Haití es un ejemplo de la extraordinaria vulnerabilidad que sufren niñas y niños en estos sistemas sociales.
Lamentablemente, a las penurias dejadas por la tragedia del terremoto del 12 de enero pasado, se suman los actos de vandalismo cometidos por seres sin escrúpulos que, aprovechando los infortunios de abandono de que han sido objeto miles de menores haitianos, procuran su tráfico, tanto para negocios de explotación sexual, laboral, como para venderlos en adopción.
Organizaciones nacionales e internacionales en la República Dominicana, han denunciado y denominado “alarmante y desbordante el tráfico de niños haitianos…”.
La oficina de la Organización de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), emitió diferentes comunicados y planteó sentirse "extremadamente preocupada" por la situación.
Este fin de semana, se supo que una decena de estadounidenses integrantes de iglesias bautistas fueron detenidos al intentar sacar desde Haití unos 33 menores, sin haber hecho trámite alguno ante las autoridades. Según plantearon, iban a crear un orfanato en la República Dominicana.
Precisamente, la prensa internacional dio a conocer que los Estados Unidos habían suspendido las evacuaciones médicas de los heridos graves haitianos hacia su territorio nacional, hasta que se determinara quién pagará por su cuidado.
Este debe ser de los temas priorizados antes y durante las cumbres previstas para dar solución a la situación haitiana. Heridos, envejecientes y menores, tienen que ser prioridad, sobre todo en las ayudas que ofrecen los países más desarrollados, pues las calles dominicanas están ya repletas de estos pequeños que deambulan, lastimeramente, sin rumbo fijo y todos no son de origen haitiano.
Las violaciones de los derechos de niños y niñas se agudizan en Haití y también en la República Dominicana; esta vez por la tragedia del sismo. Pero, ¿cuántos sismos abaten la vida de los menores en la región desde hace muchos, pero muchos años?