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Recuerdo de mi juventud

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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25 de agosto de 1953 a bordo del yate Moineau fondeado en el Golfo de Saint Tropez, Mar Mediterráneo.

Abordo está el príncipe Faisal heredero del Reino de Saudi Arabia, su madre, dos hermanos y una familia francesa que lo acompañan. Esta noche se celebró una fiesta, con invitados residentes en esta bella ciudad.

Don Félix Benítez y el capitán John Percival estuvieron un buen rato en la cubierta conversando después que los huéspedes se retiraron a los camarotes y los invitados se despidieron.

El capitán Percival me invitó a beber un café en su camarote. Nos sentamos en un banco que está en la cubierta frente al comedor.

En el fondeadero hay varios yates y nos llega la música de algunos que no tienen hora para terminar su diversión. La brisa melodiosa deleita con la canción “La Vida en Rosa”.

Mi capitán en otras ocasiones me ha narrado episodios de su vida e historia de la guerra marítima durante la primera guerra mundial.

Mirando los yates, saborea un sorbo de café, sus ojos me decían que me contaría algunas experiencias del hombre en la mar.

Un trasatlántico navega en la alta mar y se produce un incendio. Un millonario estaba bien cómodo en un alfombrado salón libando champagne, al oír el aviso “a los botes, incendio”. Corrió al camarote y se amarró a la cintura un cinturón donde guardaba una gran cantidad de monedas de oro.

Se lanzó al mar, a penas cayó, se hundió bajo el gran peso que llevaba consigo. ¿Quién poseía a quien mientras este hombre se hundía?. ¿El hombre al dinero o el dinero al hombre?. Al terminar la pregunta el capitán me dijo. Piensa y no lo olvides. Bien, ha sido un día largo vamos a descansar. Fui al camarote y me dormí pensando en la pregunta.

Estamos en el 2010, han transcurrido 57 veranos desde aquella amena historia que escuché de los labios de mi maestro de la mar-océano que me contó en las aguas del Mediterráneo.

Las singladuras que he surcado sin su presencia física, si con sus enseñanzas, me impulsan inclinado a contestar su pregunta.

La repuesta es evidente. Esta misma pregunta debemos hacérnoslas sobre las posesiones. El dinero en sí no es malo. Sí es mala la voracidad por poseerlo, no importa cómo.

Muchos están esclavizados, encadenados a deseos que no permiten lo que realmente tienen la razón he importancia en una vida sana. Se necesita una generación con la fortaleza que no permita que lo no correcto, lo injusto se adueñe de su accionar.

Mentes libres, cuya alma y razón estén completamente unísonos para servir.

Estamos en marzo, plena tormenta de transfuguismo y desmedidas acciones para estar en la boleta electoral de senador, diputado, regidor y síndico.

¿Qué motiva esta rebatiña?, ¿son los nobles enunciados del “Decálogo Duartiano”?, o la presencia de un recuerdo que en el Ateneo de mi Macorís del Mar leí en el año 1944.

Es la leyenda del Rey Midas que todo lo que tocaba se convertía en oro.

¡Oh ansiado corralito,

Un peso por cada voto,

Y demás…!

Sabemos que el Peculado seguirá robándose el dinero de la Salud y la Educación. Para eso es que son las elecciones; salvo algunas excepciones.

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