Yo estaba en la XII Feria Internacional del Libro, en la Plaza de la Cultura Juan Pablo Duarte, cuando llegaron unos campesinos cuyo único poder era que traían sus corazones en sus manos, en sus manos abiertas, gritaban al mundo su dolor porque la administración Fernández había autorizado montar una cementera que liquidaría su mas preciosa fuente de vida: el Agua.
No tuve que investigar para ponerme de su lado, me bastó ver sus ojos, la luz que iluminaba sus palabras salidas de unos corazones que prefieren la tranquilidad cristiana a las riquezas emanadas de las manos del Diablo.
Nadie pudo detenerlos, batallaron en todos los frentes, los intelectuales que los defendimos fuimos tan fieles como la FE y el gobierno y sus aliados solo encontraron como defensores a quienes de ante manos habían vendido su conciencia por oro y vino. El presidente Fernández creyó haber encontrado la solución salomónica: pasó el desafío a las Naciones Unidas.
La ciencia vino y reconoció las verdades que habían brotado de los corazones de los campesinos de los Haitises. Sus corazones habían hecho profecía: la cementera instalada allí envenenaría sus aguas. El triunfo fue la victoria del corazón, pues ninguno de los campesinos tenían el conocimiento ni la tecnología para ver lo que vieron, pero tenían corazones, poseían ese órgano, que cuando se aferra a la justicia hace profecía.
Ahora el desafío es derrotar a la Barrick Gold y el contrato de explotación de la mina de Pueblo Viejo, Cotuí. Allí están nuevamente los campesinos, tainos cuyo único conocimiento y cuya única arma son sus corazones proféticos, ese sentimiento brotado del palpitar de sus sangre que le hace incomprensible el poder entender como la actual Administración entrega en condiciones gratuitas, y sin respetar el medio ambiente, el patrimonio y la soberanía nacional, sin respetar la historia que nos dice las cantidades de veces que hemos sido víctimas, regala a la empresa minera Barrick Gold, nuestras reservas en oro valorado en más de 40 Mil millones de dólares.
Además de nosotros, los intelectuales con corazones, los únicos aliados que tienen estos pueblos son las memorias, los poemas y las canciones que cantan sus incansables luchas para que se les respete su estilo de vida.
Adalberto de Chamisso (1781-1883), escribió Pedro Schlemil, el hombre que había perdido su sombra. Cuenta Max Henríquez Ureña que Schlemil, joven sin fortuna, vende su sombra al Diablo a cambio de la bolsa de Fortunato, de donde pueden sacarse, cada minuto, diez ducados de oro, sin que nunca se agote. Cree ir hacia la dicha y encuentra el desengaño, pues hasta sus criados lo abandonan porque no tiene sombra, se ve obligado a no salir sino en coche o de noche, cuando esta bien oscuro.
Enamorado de la hija de un guardabosque, disimula ante ella su infortunio y obtiene la promesa de matrimonio, pero una noche oscura y agitada, la tempestad se calma, aparece la luna, un viento fuerte se lleva las nubes y a la claridad lunar ella ve que solo hay una sombra, la de ella, y huye desesperada e inquieta…Así será Pueblo Viejo una vez se haya ido la Barrick Gold: una tierra sin sombras.
Y como no queremos ser una tierra sin sombras, cántemeles a los sin corazones, transformándolos, algunos sonetos con coraza del singular Ruckert Federico (1788-18660)
Tierra sin sombras
¿Qué escribes tú, poeta?
En letras de fuego escribo mi vergüenza y la de mi pueblo
Tainos que no se atreven ni siquiera a pensar en la posibilidad de vivir sin sombras a pensar en la posibilidad de caminar en una tierra sin sombras
a pensar en la posibilidad de tener ojos que no vean sombras.
¿Qué te tiene atado, Señor presidente?
Una cadena.
¡Cadena que tal vez te regalo la Barrick Gold!
Mira, Señor Presidente, tu sombra quedó en el banquete del oro, ¿Qué harás ahora?
Venderé sangre viva para recuperarla.
¿Qué harás, labrador quisqueyano?
Conservar las sombras me ataré a las sombras que florecen del café y la caña, del pino y la caoba, del mango y la guanábana… Me ataré a las sombras que florecen del correr del agua.
No será vano tu afanar tu locura
pues solo la sombra fatiga la amargura.
El oro y la cosecha fueron de España
El oro y la cosecha fueron de la Rosario canadiense americana
Ahora, Taíno del Sol y la Luna, labrador de las montañas
Con tu hacha pesada
Con tu sombra amarrada
deberás cortar la Barrick Gold
deberás martillarla con el fuego de tu alma.
Combate
lucha por tu niña inmaculada
que las tumbas de oro no enluten la patria
que la patria de oro no sea enlutada.
Con cada golpe de la Barrick Gold airada
habrá un árbol menos,
un río muerto
y mucho veneno volando en las aves
y mucho veneno nadando en los peces
y mucho veneno caminando en los animales.
Cotuí vera a sus madres parir hijos sin sombras
Y Pueblo Viejo le dará al corrupto otro descerebrado.
Si Gonzalo pudo, ¿Por qué Cotuí tiene que ser un enano?
¡Oh, quisqueyano!
devela lo infeliz
conserva tu fortuna
mira tu mujer mecer las sombras
de tus hijos
en sus cunas.