Desde que nos desembarazamos de la tiranía, se ha hecho sentir en República Dominicana la ausencia de un programa de desarrollo, que oriente el accionar de los gobernantes y sirva como instrumento de exigencia y vigilancia de una ciudadanía responsable.
Nadie niega que la sociedad haya avanzado, y que en muchas oportunidades los progresos se hayan logrado en base al consenso que casi siempre ha sido empujado por una crisis.
Pero damos dos pasos adelante y uno hacia atrás, y lo peor es que los avances han acentuado la inequidad y han hecho muy poco en la corrección de nuestra principal endemia: la debilidad institucional.
Afortunadamente, soplan vientos de cambio, aún en medio de una campaña electoral que apunta a resaltar las debilidades de siempre: la ausencia de una visión programática y el predominio del clientelismo.
Recién ha sido lanzada la propuesta para la Estrategia Nacional de Desarrollo (END), elaborado por el Ministerio de Economía Planificación y Desarrollo, que encabeza el ingeniero Juan Temístocles Montás, con la colaboración del Consejo Nacional de la Reforma del Estado (Conare), que dirige el doctor Marcos Villamán.
Lo importante es que no se trabaja con la mira de presentar una propuesta del gobierno, sino de nación.
Es un plan de acción a veinte años, que no puede depender de un partido o de una voluntad mesiánica, sino de la voluntad de un pueblo consciente que si no trabaja con metas de largo plazo, seguirá siendo paraíso para el tráfico de drogas y las secuelas de inseguridad y criminalidad que esa peste acarrea.
Establece el documento base que “la propuesta de END no parte de la nada. Su elaboración se nutrió con numerosos planes sectoriales y territoriales generados al través de distintas administraciones públicas, así como con diagnósticos y propuestas del sector empresarial y laborar, reflexiones de intelectuales y académicos, programas de gobiernos de partidos políticos y recomendaciones de otras organizaciones e individuos. De igual modo, la elaboración de la END requirió una revisión de las experiencias de más de veinte países o regiones en materia de planificación estratégica.
“No es sólo un diagnóstico o un documento de análisis, sino que constituye, ante todo, un instrumento para dirigir acciones que contribuyan al alcance de las aspiraciones ciudadanas. No es sólo una expresión de aspiraciones, sino que procura establecer metas retadoras, pero alcanzables en un horizonte definido, junto a mecanismos de puesta en ejecución, seguimiento y verificación. No es la expresión de un gobierno en particular, sino que aspira a ser un compromiso de todos los gobiernos durante los próximos veinte años, y de todas las fuerzas sociales que procuran un futuro más luminoso para todas las dominicanas y todos los dominicanos”.
No es una camisa de fuerza impuesta a los gobernantes, que de todos modos tienen la facultad de darles a sus respectivos gobiernos los matices que deseen, lo que se trata es de pautas generales que deberían seguir para el beneficio de todos los ciudadanos.