La ciudad de Santo Domingo, primera fundada de América, perdió su atractivo turístico para convertirse en un lugar de mendigos, problemática que está lejos del control de los gobiernos central y municipal.
Los mendigos en la capital dominicana pasaron de un “producto” de la arrabalización, barrios marginados y los mercados, a ser comunes en los alrededores de las grandes plazas comerciales y la Zona Colonial, lugares con una gran presencia de turistas.
Mientras no pasan de simples anuncios, los operativos de recogida de los mendigos y locos por parte de la Fiscalía del Distrito Nacional y Migración. Además del aspecto de miseria que llevan los indigentes a la ciudad, son un peligro público.
Los mendigos tienen diversos orígenes. Están las personas mayores desamparadas por sus familiares, por constituir una carga, luego de ser despedido por el mercado laboral, por edad o por enfermedad.
Esas personas, regularmente, padecen problemas de trastornos mentales, como son la esquizofrenia, llamados popularmente por la población “locos mansos”.
Otro grupo de mendigos mucho más conmovedor es el formado por los niños de la calle, conocidos como “palomos”, que son resultado del abandono de padres alcohólicos, drogadictos o prostitutas.
Esos niños consumen todo tipo de sustancias alucinógenas, son usados como mulas por narcotraficantes y por otros grupos de la delincuencia organizada, además, víctimas de violaciones sexuales. Llegan a pedir con tono amenazante y al que se descuida, le arrancan la cartera, prendas u otros objetos valiosos.
Otro grupo de mendigos que operan en la capital dominicana es el compuesto por los denominados “mendigos profesionales”, llamados por una red que los alquila en las esquinas como si fueron objetos, explotando sus defectos físicos. Esos en los últimos años han registrado un crecimiento sorprendente.
Los mendigos profesionales se concentran, básicamente, en los semáforos y otros lugares de comercio de gran afluencia de personas. De esos forman parte los inválidos (muchas veces simulados). A ese grupo se ha agregado una gran cantidad de mujeres y niños haitianos que logran entrar ilegalmente al país.
En el caso de los mendigos haitianos, se puede observar mujeres embarazadas o con un pequeño a cuesta, tendiendo la mano a los vehículos, clamando cualquier tipo de ayuda económica. La mayoría de los conductores son sorprendidos por esas personas que le salen de repente a la hora de tener que arrancar cuando el semáforo le da luz verde.
Aunque menos conmovedora, un tipo de mendicidad lo constituyen los vendedores ambulantes en los semáforos, los cuales ofrecen todo tipo de “mercancía”, desde perros, estuches de celulares, frutas y otros objetos.
Esa modalidad está más ligada a la falta de políticas de empleos de parte del gobierno, pero que, al mismo tiempo, deja mucho que decir del desorden que impera en la ciudad de Santo Domingo a la vista del ciudadano dominicano u extranjero que visita al país.
También están los limpiadores de cristales de vehículos, que muchas veces sorprenden al conductor al lanzarle al cristal delantero una esponja inundada de agua sucia, y quienes regularmente muestran una actitud agresiva para obligar a que le den unos cuantos pesos “por el servicio” no solicitado.
Los dramas de mendicidad más conmovedores en la ciudad de Santo Domingo se observa en los llamados “buzos”, o personas que buscan comida en los basureros o receptores de desperdicios, acción más frecuente en personas con trastornos mentales.
Personas con un perfil similar se pueden observar durmiendo debajo de los pasos a desnivel, puentes peatonales o en entradas de plazas o edificios abandonados.
El psicólogo forense, Wilfredo Mora, considera que la mendicidad en la ciudad de Santo Domingo es un problema de las políticas públicas del gobierno.
El profesional de la conducta advirtió del riesgo de la delincuencia que se puede generar a través de la mendicidad, y dijo que la última siempre está a la frontera de la primera.
Sostuvo que aunque es primero tarea del gobierno, enfrentar la mendicidad, este no tiene proyectos, porque no conoce de teorías, ni mucho menos cuenta con un plan piloto para la problemática de la época medieval y que crece día por día en el país.
Mora precisó que hay una pérdida de fe en desarrollar programas sociales, y en consecuencia la mendicidad se pronuncia, expresó Mora, quien por un tiempo fue asesor de la Procuraduría General de la República para asuntos de problemáticas sociales.
“La mendicidad ha jaloneado la historia. Esta delincuencia, es larvada en el hambre, cuando es un factor etiológico del delito. Son muy concretos los delitos cometidos por hambre o miseria. De los delitos no cometidos por la mendicidad está dar muerte a una persona, secuestros e infanticidios, relacionada a la prostitución, el proxenetismo, el canibalismo, entre otras”, subrayó.
El especialista en la conducta humana expresó que la miseria, los enfermos mentales y la criminalidad, se encuentran con frecuencias en la mendicidad: miseria extrema, locura por hambre y criminalidad por hechos famélicos.
Mora alertó que la mendicidad, indigencia o miseria, es una terrible desdicha o azaroso destino de los humanos, es un fenómeno social de dimensiones universales.
Añadió que ese mal ocurre en la sociedad, luego de una terrible guerra, de desastres naturales de dimensiones soberbias. Sostuvo que es un proceso latente en algunas sociedades que paulatinamente experimentan un deterioro de sus principales instituciones sociales y políticas, como es el caso de República Dominicana.
Mora indicó que llama la atención que pese a ser un fenómeno real, el país no disponga de experiencias, datos ni estudios, en ningún ámbito científico sobre las verdaderas causas que la originan.
“La mendicidad es una clase de hambre del tipo colectiva. La mendicidad no es la reacción a el hambre resultante de una situación concreta, sino un proceso más ampliamente suscitado después de que sucesivas dificultades azotan una comunidad”, enfatizó.
Insistió en que la mendicidad amenaza con aumentar, si las autoridades no la enfrentan adecuadamente y a tiempo. Sostuvo que para contrarrestarla se necesitan propuestas o iniciativas multidisciplinarias y agresivas, con programas de vigilancia y supervisión.
En febrero pasado, la Unión de Ciudades Capitales Iberoamericanas (UCCI) declaró a Santo Domingo “Ciudad Capital Ambiental 2010”. El reconocimiento fue entregado por 29 ciudades capitales de Iberoamérica al síndico Roberto Salcedo.
En esa oportunidad, Salcedo alertó al gobierno sobre el crecimiento vertical de la ciudad de Santo Domingo, situación que dijo contribuye con la tala en toda la ciudad, donde los árboles son cambiados por cemento”.
Sin embargo, el síndico del Distrito Nacional no se refirió a la basura, los mendigos ni a la gran cantidad de monumentos en franco deterioro que también, según sociólogos constituyen fuentes de contaminación ambiental.