Con discreto entusiasmo se aplaude que las obras literarias latinoamericanas más vendidas están escritas por mujeres, quienes por su manera de expresar las acciones vivenciales de sus personajes, tanto en prosa como en versos, demuestran la fuerza de sus sentimientos cálidos, profundos, apasionados y sensibles.
Ahí están en la historia y para siempre, escritoras de la talla de Gabriela Mistral, quien en 1945 recibió el Premio Nobel de Literatura y más contemporáneas, Isabel Allende, de Chile; Gioconda Belli, de Nicaragua y Laura Esquivel, de México, ellas comparten honores con otras representantes femeninas de la literatura continental y caribeña donde quiera que residan.
Mujeres que dominan el lenguaje, que hacen uso preciso del valor de las palabras para trasmitir sus emociones y entregan en cada texto, poemas, cuentos o novelas, los sentimientos que caracterizan al ser humano: hombre o mujer.
Queda visible para la humanidad, la inteligencia femenina demostrada en los versos que desde 1894 presentara Gabriela Mistral; en la Casa de los Espíritus y en Paula, escrita por Isabel Allende; ‘Como agua para chocolate’ original de Laura Esquivel, llevada al cine con tanto éxito; o El país bajo mi piel, de Gioconda Belli en 2001, por sólo citar algunos ejemplos de creaciones literarias tan diversas y esenciales.
Estas figuras han llegado a nuestra cultura a través de la producción editorial, retrasmitida con profusión por los medios de comunicación que complementan, o deben complementar, la labor profesional del magisterio en las aulas, ajustando y adecuando la práctica docente a las exigencias de todos los niveles de enseñanza, sin olvidar el hogar.
Con estos ejemplos prácticos de los niveles alcanzados por el pensamiento femenino, todavía no se generaliza el estudio del lenguaje sin sexismo excluyente y lo más grave aún, cómo reproducen sucesos televisivos los esquemas sexistas de los cuales somos víctimas las propias mujeres y sus familiares.
Les recuerdo el anuncio de los medicamentos de primer nivel, donde una mujer con blusa de doctora, se refiere al llamado ingrediente activo para garantizar la calidad de la medicina a comprar en las farmacias y como parte de su afirmación expresa: “yo como médico le digo…”
¿Dónde está prohibido el sustantivo médica para identificar a quienes alcanzan el título de medicina desde su condición femenina? Me pregunto si los modistos representantes de las grandes firmas organizadoras de desfiles de modas, donde se gana mucho dinero, se quitan ese nombre, porque el femenino de modista, sólo se refiere a la señora que cose en el taller de la comunidad.
La presencia femenina es resultado de grandes luchas sociales e ideológicas donde hombres y mujeres inteligentes abrieron nuevos senderos con la aplicación de políticas públicas, con perspectiva de género, es decir, que tienen en cuenta la presencia de mujeres y hombres para tomar las decisiones necesarias.
Cada vez se hace más urgente, el uso correcto del lenguaje, con palabras exactas para hacer visible la presencia de aquellas que, en este estado, integran la mayoría ciudadana.
Hay que insistir, desde la convocatoria que anuncia la reunión de padres y madres en las escuelas; en los anuncios que citan a niñas, niños y adolescentes a participar en los juegos deportivos, en las páginas WEB y en los espectaculares que, en céntrica zona universitaria, donde aparecen cuatro muchachas sonrientes pero, están ignorarlas en el texto: juntos crecemos.
La batalla es larga, compleja, y profunda. Las mujeres ocupan sus espacios en la sociedad y merecen ser visibles en el lenguaje, para modificar actitudes discriminatorias provocadas por ausencia de palabras.