De Honoré de Balzac es la frase "La ignorancia es la madre de todos los crímenes”. Pero, hay otro mal que se le iguala y es la teoría del avestruz, esa de esconder la cabeza y no ver u obviar cuanto esté sucediendo en derredor.
Hace dos años, más de 8 mil personas fueron entrevistadas en Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Guatemala y República Dominicana, acerca del conocimiento que se tiene sobre el delito de explotación sexual comercial de personas menores de edad, los maltratos a los cuales son sometidos y las conclusiones respecto a la nación dominicana, específicamente, fueron que la realidad actual marca un problema crítico y que quienes dirigen los destinos del país no están ajenos a esto para nada.
El problema es que la situación sigue siendo la misma al paso del tiempo y en la República Dominicana continúa esa realidad, que se ha catalogado con razón como delito criminal.
Vivimos las consecuencias de una insuficiencia en la toma de conciencia y el fortalecimiento de las leyes, unidas estas a las ejecuciones de políticas estatales que actúen en la protección de la niñez y los jóvenes, para lograr, como afirma el pastor Pablo Ureña, presidente del programa “Niños con una Esperanza” crear las herramientas capaces de erradicar la delincuencia en esta vulnerable capa de la sociedad.
Más allá de la pobreza de las familias, la falta de educación de los menores y el mal empleo de su tiempo libre, los exiguos programas del Gobierno destinados a rescatar a menores y adolescentes, traen como consecuencia hechos delictivos de los cuales se duele toda la sociedad.
En el trabajo publicado por el colega Antonio Santana en estas mismas líneas, el pastor Ureña propone a las autoridades implementar políticas sociales que contribuyan a que la familia y los niños dominicanos tengan una mejor vida. Y no se equivoca el religioso, pues los verdaderos culpables de estas atrocidades cometidas por menores, son esos explotadores de niñas, niños y adolescentes, sobre quienes debe recaer toda la fuerza de la ley, amén de educar y concientizar a la población para evitar que sigan ocurriendo tales actuaciones. El silencio y la mirada ausente no acabarán con este ignominioso mal.