Cuando ingresamos a la marina (1949-1983) sentimos una fuerza de armonía y superación entre sus miembros, era “El Espíritu de Cuerpo”. Sentimiento que obliga a procurar por todos los medios lícitos y morales posibles, cumpliendo estrictamente para el mejoramiento de la unidad a que se pertenece.
Enamorados del deber cuidábamos nuestra conducta para no manchar la vida y tener “El Libro en Blanco”. Esto significa no cometer falta. Conducta intachable, excelente. El Gran Merito Naval. En el silencio interior decíamos: yo estoy bien, la institución está bien.
¿Por qué este recuerdo agradable? Sencillamente vemos y sentimos a nuestra patria abusada, saqueada, muy necesitada de una visión moral, de honestidad, en un plan de nación dirigido no por hombre, estos han demostrado que sólo saben servirse.
La República necesita, llama a sus hijas que estamparon su pulcritud entregando su “Libro en Blanco” cuando sirvieron en funciones públicas. Brindaron los valores imponderables de la vida.
Es evidente, la necesidad de una jerarquia de los valores y colocar en la primacía a aquellos que son más necesarios.
Comenzar escuchando los reclamos: castigar el Peculado y Nepotismo. Que el barrilito es una violación a las leyes y la Constitución. Debe suspenderse, es un desquiciamiento, ceguera espiritual, descarniamiento o endurecido que están los legisladores.
El sistema debe salvarse, la historia de la humanidad enseña que los pueblos se hastían de los abusos y caminan reclamando por cualquier medio aquello a que tiene derecho. Sacuden con la verdad y hacen que los verdugos vean la oscuridad de sus almas.
Cuando no se ha crecido en espíritu y no se ha tenido nada de nada, y se consigue algo, la insatisfacción impulsa, nace la fuerza de la avaricia que auto-engaña, enferma, nubla la razón y el desenfreno por el enriquecimiento ensórdese, aflora la peor ceguera, la del que tiene ojos sanos y no quiere ver.
Hace que ese hombre enfermo, perdido, se repliegue sobre sí mismo, y, se hunde en el dominio propio, se aprisiona en el pozo del interior de su ser y clama “es un caso cerrado”.
Repetiré sin descanso. Nuestra patria no está en el camino recto. Hay una enorme ausencia de actuar bien y evitar el mal, esa moral social que fortalece el alma, la ensalza y la amplifica, por tanto son buenas todas las cosas que nacen de ella. El único bien es, por lo tanto, el que mejora nuestra alma.
Todas las acciones de nuestra vida son regidas por la relación entre lo honesto y lo que no lo es. Por ello insisto en que se suprima, se borre la pintura de la deshonestidad que cubre los curules de los legisladores con el vergonzoso barrilito cuyos millones de pesos, faltan para el pan del desayuno escolar.
Estamos rodeados de los que ignoran que el medio más eficaz para vivir feliz es la persuasión de que la honradez es el único bien, pues aquel que cree en otros bienes cae bajo el poder de la fortuna y el árbitro ajeno, el que concreta todo su bien en la honradez lleva toda su felicidad consigo mismo.
Amable lectores: los que no escuchan no han llegado a comprender que en su sordera van incubando el germen de su propia desgracia, de su soledad cubierto por la lepra que crea el dinero mal habido. Solo puede comprender la moral el que vive en lo que es la moral
