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Recuerdo de Mi Juventud

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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La Huelga de los Obreros

San Pedro de Macorís 1944. Estoy en la Escuela Secundaria José Joaquín Pérez, son las 10:45 am. El profesor Jourdain está explicando la clase de cosmografía, el tema es la formación del Universo.

De súbito oímos un ruido raro que la brisa trae de la calle. El profesor y los que cabíamos salimos al pequeño balcón del segundo piso del edificio Morey, donde está la Escuela Normal.

Sorprendidos vemos un tanque de guerra y soldados que vienen por la calle Julia Molina de sur a norte. Los guardias con cara dura portan un fusil largo con bayoneta. Caminan en fila al borde de la cuneta, en ambos lados del tanque.

No vemos personas en la calle, un silencio profundo, solo el ruido del tanque rompiendo la fina capa negra del pavimento. Es una caminata lenta al compás de la pesada mortífera máquina.

Era la primera vez que veíamos ese aparato tan feo con una ametralladora o cañón que giraba para todo lado. Vemos al señor Pérez, dueño de la farmacia que está en la esquina mirando por una persiana poco abierta, parece que no tiene buen ánimo.

Los guardias iban en actitud de alerta, tres portaban sobre los hombros una ametralladora con un cañón largo y cintas de proyectiles brillosos, parecían culebras moviéndose.

La curiosidad nos anima, mi primo Miguel Pou, los hermanos Santoni, Gilberto y René, Pedro Núñez, Julio Méndez, César Berroa, Rafael Deligne y yo, decidimos salir de la escuela para saber que sucedía.

Al llegar a la puerta de salida, la señorita, profesora y secretaria Mencía Coiscou nos dice, nadie sale, vayan al aula. La directora señorita Consuelo Brea Cordero, a quien todos admiramos con profundo respeto, esta en su oficina hablando por teléfono y al vernos, da dos pasos y con voz firme se deja escuchar. Qué pasa, dónde creen que van, vayan al aula, es cuestión de hombres. Silenciosos fuimos al aula, si creímos que algo malo sucedía.

A las 1:00pm suena el timbre, indica que terminan las clases. No fuimos para la casa, un grupo caminamos hacia el parque, el pueblo está tranquilo. Le preguntamos al limpia zapatos Lulú por los guardias. Sabemos que él es un sabelotodo y buen conversador.

Nos dijo. Yo seguí a los guardias que llegaron hasta los mangos de Sarmiento, allí habían unos camiones grandes, se fueron para la Romana con su tanque. Luis, el chofer que viene desde la Romana, me dijo que allá la cosa esta que arde, hay muchos presos. Que Duluc, (el tiburón del Este) y el capitán Ludovino Fernández están como fieras hambrientas. Ese pueblo está loco, los obreros tiene una huelga.

Al atardecer, Lulú nos contó que los policías secretos de la comisaria por orden del coronel Berroa, habían cogido presos a Mauricio Báez, unos muelleros, a los profesores Roberto MacCabe, Dato Pagan, Pipi Ortiz y a José Puello.

Al otro día, después de la clase, el grupo de muchachos curiosos volvimos donde Lulu y este nos refirió que como a las 10: 00 de la mañana pasó Trujillo en su carro negro, grande, lo acompañaban el coronel Berroa y un militar. Un jeep con cuatro oficiales con ametralladora de manos, creo iban para la Romana.

Que Luis el chofer vino temprano con el carro lleno, que vio a Trujillo caminando por la calle, llegar al parque frente a la iglesia acompañado por el coronel Berroa, licenciado Felix Bernandino, Duluc, un oficial alto como una mata de coco, con cara de caimán, que lo apodan “larguito”, cuatro oficiales cada uno con una ametralladora y el gobernador. Luis se fue seguida que lo esperan varias persona para venir para acá, que hay obreros presos y que el pueblo esta desierto.

Después de varios días Mauricio Báez y los que estaban presos en la fortaleza (México) del ejército, volvieron a sus hogares.

Nos causo gran pena que el elocuente y buen profesor de gramática, Dato Pagan, se fue para Venezuela con el profesor Roberto MacCabe, Mauricio Báez, para la Habana Cuba.

Nota: Mauricio Báez fue asesinado en la Habana por orden de Trujillo. El profesor MacCabe murió en Caracas. Nuestro querido profesor Dato Pagan, regresó a sus cátedras en la ciudad Santo Domingo, donde murió.

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