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Protagonismo oculto de la mujer en la narrativa dominicana

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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El Sueño era Cipango: Primer caso

Es como si la literatura nos dijera: Primero tenemos que saber quiénes somos antes de ser alegres. Y una vez que sabemos quienes somos, entonces podemos cantar, ¡ah, bueno!, ahora debemos ser alegres, trabajar en conquistar la felicidad.

En el primer plano, el hombre empezó tan desesperadamente la búsqueda de su origen que creó toda clase de dioses. La búsqueda se le prolongaba y estaba retardando demasiado su natural inclinación hacia el logro de la felicidad, entendida como una mayor inclinación de la balanza hacia el lado donde se depositan los momentos alegres, frente a aquellos que pueden considerarse como tragedia o el lado oscuro de la comedia.

Así que al final decidió establecer como su origen un Dios, creador de todas las cosas y con el poder, como una forma de mantenerse ocupado, de escribir los diversos destinos, los infinitos destinos; y hacerlo de forma tal que ejerce con justicia su santo poder de repartir goces y castigos. Y el hombre, tan sabio como Dios, olvidó su gran dilema: Determinar, establecer el origen de Dios. Bastaba con saber que teníamos un creador, responsable de nuestros destinos.

Esa sabiduría se estableció como pacto síquico entre los humanos, quedando como gran tarea la búsqueda del momento feliz.

Ese mismo ciclo parece vivir cada ser humano. La peor tragedia es no saber quiénes son tus padres, desconocer tu origen sanguíneo. Y quienes han vivido esa trágica experiencia jamás se han podido dedicar a la búsqueda del momento feliz sin antes encontrar la respuesta de quién es su madre y quién es su padre. Para disminuir un poco el dolor de la tragedia hacen de esa búsqueda parte del destino por lograr el momento feliz.

Con los pueblos ocurre lo mismo, solo que en dimensión diferente, pero para estar satisfechos y para demostrar que no tenemos dudas, llamamos a nuestros fundadores, Padres de la Patria. Porque ya no se trata de alucinaciones con la diosa creadora, sino con el origen cercano de nuestros antepasados y el misterio que entrañan sus recuerdos, y la continuidad de su linaje pues de una u otra forma no queremos separarnos de nuestra integración divina.

En ese sentido, en El Sueño era Cipango, novela de la autoría del actual presidente de la Academia Dominicana de la Lengua, Don Bruno Rosario Candelier, fue establecido, divinamente, el origen del pueblo quisqueyano; y lo hizo en una forma tan excelsa y bella, que parece el mismo acto de creación universal en siete días, sólo que el presidente y fundador del Movimiento Interiorista no usó los elementos naturales con que Dios creó, a través de la palabra, sino que usó el más puro y terminado de todos: el amor.

Fue como si Bruno le dijera a todos los dioses antiguos: Miren, ustedes perdieron mucho tiempo en lograr armonizar materia, alma y espíritu para crear el Universo; yo voy a crear el mundo quisqueyano usando un solo elemento: el amor.

¿Y quién fue que decidió usar la capacidad creadora de Bruno para dejar establecido cual fue el origen del pueblo quisqueyano, el origen de nuestra quisqueyanía?

Lo hizo una diosa indígena llamada Toeya. Los hechos brotaron como un gran misterio. Propongo que a este misterio le llamemos, en la narrativa, “Misterio de la Fe Creadora”, La razón es que el autor fue atrapado por el personaje quien lo obliga a descartar la teoría de la racionalidad y a sustituirla por el caos, donde los hechos ocurren no por causa, sino por una imposición misteriosa y totalmente fortuita…Escuchen como Bruno lo narra:

“Los pocos habitantes que quedaban en la villa estaban a la expectativa del esperado ataque de Caonabo. Muchos salían y entraban de la Gobernación. Los soldados estaban preparados para cualquier cosa. También al Convento acudían en masa, afligidas y temerosas, las personas que se mantenían en La Isabela.

“El ultimo día en La Isabela no solo fue dramático y expectante sino sorprendente y curioso. La sorpresa que nos dejó a todos boquiabiertos, incluyendo a los mismos frailes, a pesar de las alarmantes circunstancias en que nos hallábamos, fue la inesperada noticia que protagonizó nada más y nada menos que Don Benigno de Rocaforte. Justo en la última hora del último día en La Isabela, poco antes de recibir la instrucción de embarcarnos, supimos que el ilustre Caballero de la Orden de Malta, el orondo Consejero del Almirante Mayor, se casó en secreto con la india Toeya, y de inmediato emprendió viaje hacia un lugar desconocido de la isla en compañía de un par de indios”, El Sueño era Cipango, pág. 252.

Allí, en medio de la tragedia, la bella e inteligente princesa Toeya, se hacía de la mano de todo un personaje español para crear al pueblo quisqueyano.

El fenómeno le resultó tan extraño que el propio autor, ejerciendo su magna vocación de maestro, trató de explicarlo diciendo que:

“Don Benigno se casó con la bellísima aborigen, partió de La Isabela y nunca más tuvimos noticias suyas. Suponemos, sin embargo, que la sorpresiva determinación de unirse en matrimonio con la agraciada princesa aborigen, no fue fruto de una improvisada decisión de última hora en atención al momento crucial que vivíamos los isabelinos, sino que fue previamente calculada, ya que es lógico suponer que el prestante funcionario mantuvo con la antigua criada de don Régulo algún tipo de relación, que todos desconocíamos, a propósito de sus frecuentes visitas a la residencia del acaudalado comerciante”.Pág. 253, tercer párrafo.

No conforme con esas suposiciones, agrega más:

“Y supongo también que debió operarse en su conciencia y su sensibilidad una radical transformación, ya que un hombre de su alcurnia y su mentalidad, que siempre adversó a los indios, es llamativo el hecho de que termine casándose con una aborigen, por bella e inteligente que fuere, como sin duda lo era Toeya, y sobre todo el hecho de quedarse a vivir en la isla en unas condiciones tan adversas, como fueron los últimos días en La Española”. Pág. 253, tercer párrafo.

Claro, en mi caso, las suposiciones, las explicaciones incrementaron las dudas, mi curiosidad.

Ahora sabemos que la mujer, como las demás especies femeninas, posee un detector cerebral que le permite localizar y reclutar al macho con que quieren prolongar su existencia como especie. Si asumimos que para Toeya, Benigno debía significar muy bueno, buenísimo; y Rocaforte, piedra fuerte, encontramos las razones que la llevaron a tomarlo de la mano y construir el pueblo quisqueyano que hoy somos.

Yo siempre me preguntaba quiénes somos. Y me respondía con orgullo diciéndome “somos esa mezcla bien lograda del europeo, africano y el indígena”. Era lo obvio, era lo que sabíamos, pero siempre me quedaba el vacío de saber cómo ocurrieron las cosas. No me satisfacía esa forma de cómo lo cuenta la historia de laboratorio, esos pedazos de párrafos mal sumados carecen del gran creador: el amor.

Y el día en que leí El Sueño era Cipango, mi corazón dio un misterioso salto y por mi cerebro empezaron a caminar las imágenes de la Princesa Toeya con Don Benigno de Rocaforte tomado de mano, guiándolo entre los bosques y haciendo posible que el sueño del amor, el sueño quisqueyano, renaciera. Entonces vi mi origen, lo vi con mis propios ojos.

La Princesa Toeya esperó 252 páginas para imponer en el creador Bruno Rosario Candelier, el “Misterio de la Fe Creadora”. Su protagonismo fue oculto; y valió la pena.

Yo le profetizo a ustedes que esta isla que se llama poéticamente Quisqueya, terminara llamándose, legalmente, el Estado Quisqueyano, porque esa bella e inteligente Toeya, que tomó misteriosamente la memoria de Bruno para dejar en claro cuál es nuestro origen, no dejará de trabajar, jamás; y como Melquíades, en Cien Años de Soledad, no se retirará de nuestra dimensión hasta ver su obra consumada.

Tiempo para Héroes: Segundo caso.

Parece que como pueblo solamente nos encontramos cuando nos miramos a través de nuestros héroes, no del Dios creador, sino del humano visible y tocable, del simple humano que a través de su imaginación maravilla sus limitados poderes.

Don Manuel Salvador Gautier, nuestro laureado novelista y Coordinador del Grupo Mester, fue poseído por una maravillosa mujer que se hizo con todo el coraje, la belleza, la inteligencia y la astucia que debía tener una luchadora contra la maquinaria criminal de la tiranía Trujillo-Balaguerista.

La bella e inteligente Toeya reaparecía. No ya para crear un pueblo, que ya existía, sino para posibilitarle un estilo de vida donde pudieran ejercer, a plenitud, las maravillas del amor. Esa mujer, que ahora adoptaba apellido guerrero, Zaida Guerrero, como la Toeya de El Sueño era Cipango, también estuvo oculta durante 252 páginas. Tiempo para Héroes son cuatro novelas. La primera “El Atrevimiento”, tiene 242 páginas, en esa parte, Zaida Guerrero no aparece. En la segunda, Pormenores del Exilio, con 240 paginas, nuestra protagonista oculta inicia su vida en la página 13. La Tercera, con 217 páginas, lleva como título “La Convergencia”, y la cuarta, con 130 páginas, tiene por nombre y apellido “Monte Adentro”.

El propio Don Manuel Salvador Gautier confiesa, en una conferencia titulada “El arte y la técnica en la novela”, dada en la Biblioteca República Dominicana, el 26 de julio de 2007, que “Tiempo para Héroes se inicia en Santo Domingo, en el momento en que su protagonista principal, Guarionex Pérez, pelea con un compañero de escuela en enero de 1958, y termina cuando éste muere en julio de 1959. El pleito hace que Guarionex sea enviado a Santiago, donde conoce al otro protagonista, Publio José Santamaría; allá, sin proponérselo saca a su tío Tutín Tejera de un atolladero; el tío, un rico empresario, agradecido, paga su viaje a Nueva York…y así sigue. Lo curioso es que, cuando la comencé, no sabía que todo esto iba a suceder. No había establecido una trama a seguir. Fui creando los episodios, las situaciones y las intrigas según escribía la novela”

Es importante esa última confesión de que “No había establecido una trama a seguir. Fui creando los episodios, las situaciones y las intrigas según escribía la novela”, porque es ella la que nos obliga a preguntarnos, ¿Cómo se mete un personaje en la cabeza del creador? ¿Hacen los personajes que el creador sienta la necesidad de ellos?

Zaida Guerrero y Publio José se encuentran, luego de estar más de siete años separados, en una fiesta que un tío del protagonista ofrece para bendecir su llegada a Nueva York. En esos momentos Publio José, con rango de Teniente de la Fuerza Aérea Trujillista, es un diplomático con un puesto en la ONU, conectado con los ricos liberales de Washington y estudiando economía en una universidad neoyorquina. Por su linaje en la Republica Dominicana es un hombre importante; y se está preparando para ser más importante, quizás presidente de la República.

Salvador Gautier define a Zaida Guerrero como portadora de una voz grave y una sonrisa encantadora, de dedos largos y finos, con una cabellera castaña desmelenada, ojos grandes con sombras marrones, cintura fina y pechos llenos y firmes. Cuando yo la veo como personaje me la imagino más hermosa, con mayor bravía y siento que lo es.

Durante un tiempo estuvieron enamorados, e incluso hicieron planes, o soñaron con ellos. Pero ahora cuando se reencontraban, aunque el amor seguía siendo la fuerza dominadora, las posiciones políticas eran opuestas. Publio José, un funcionario, Zaida Guerrero, una conspiradora.

Como una maestra de la conspiración, Zaida Guerrero, quien ya maneja las relaciones con el protagonista principal, asume ante su grupo la responsabilidad de trabajar a Publio José y ponerlo a conspirar contra la tiranía; y lo logra. En ese momento Zaida, quien como dije, apareció en la novela después de haber pasado 252 páginas, adquiere el control de los personajes en la obra. Zaida ama a Publio José tanto como él la ama a ella, pero no le cedió hasta estar completamente segura de que el teniente Santamaría se integraba en cuerpo y alma a la lucha contra la tiranía. Como La Toeya de El Sueño era Cipango, con la fuerza del amor salvaba al país, a su raza; y para ello hacía uso del Misterio de la Fe Creadora.

Publio José y Guarionex, reclutados por Zaida Guerrero, se van al entrenamiento en Cuba. En junio de 1959 llegaron por Constanza, Maimón y Estero Hondo como hombres héroes que venían a ponerle fin a la tiranía que oprimía, salvajemente, al pueblo de la bella Princesa Toeya. Al saltar del avión que los trajo, Publio José siente como Zaida Guerrero lo acompaña en el campo de batalla. Así lo narra Don Manuel Salvador Gautier:

“Zaida fue la primera visión que dominó su imaginación. Zaida, esposa y señora. Sonrió, mientras la veía con su cabellera suelta domada por su mano, y su cuerpo maravilloso bajo el suyo. Era hermosa pensar ahora en ella, despejada de su inminencia, y resaltar en su mente cada pequeño gesto, cada bello atributo, cada manifestación espontánea de esa personalidad suya que él adoraba. La había pensado así muchas veces, durante el entrenamiento en Mil Cumbres; ahora la sentía envolviéndolo con su voz, alentándolo, proponiéndole un futuro juntos, aunados en propósitos, integrados en motivos”, Monte Adentro, Pág. 7, cuarto párrafo.

Las Lágrimas de mi Papá: Tercer caso.

A la humanidad le ha costado mucho entender; y aún no lo entiende perfectamente, que nuestra movilidad física es impulsada por la enorme necesidad que tiene la especie humana de preservarse. Nuestro movimiento migratorio es impulsado por una necesidad biológica interna que lucha por lograr, a través de las combinaciones de razas, una más hermosa, sana, poderosa e inteligente especie. Más aún:

La migración nos enseña a recuperar la fe que por engaño ya perdimos, nos enseña de nuevo a amar y a perdonar. Por esa razón cuando uno se divorcia debe irse lejos. Mientras más lejos más rápido recuperamos la fe perdida y más rápido aprendemos de nuevo a amar y a perdonar.

Y esa búsqueda, el amar de nuevo, el perdonar, el recuperar la fe; ese palpitar espiritual, el sabio hombre lo bautizó con la hermosa palabra llamada amor.

Nadie como la madre para concentrar y expresar la pureza de ese sentimiento. En Las Lágrimas de mi Papá, novela de la autoría de Miguel Solano, que soy yo, Josefina Rodríguez, la madre del protagonista, impone en la obra el destino del personaje. Y lo hizo poniendo en la mente del personaje principal un arma que ningún poder ha logrado derrotar: el amor en las misiones.

La novela es una obra de género vivencial en la que se presenta una batalla entre el padre y la madre por el destino del hijo. El padre usa su fuerza material, su poder económico; la madre, la ilusión del amor. Aquí reaparece el Misterio de la Fe Creadora. Ya, en El Sueño era Cipango, Toeya creó la raza, en Tiempo para Héroes, hizo el sacrificio que posibilitaba la libertad y en Las Lágrimas de mi Papá crea la esperanza de un destino sabio, justo y amoroso

Mientras el padre trata de conquistar el destino de su hijo con poder económico, -le entrega el manejo del colmado-, la madre logra conquistarlo con la sabiduría del amor y pone en la cabeza del niño un recurso que lo proyecta en el tiempo más allá de sus propias posibilidades de existencia. Así lo narra el autor:

“Mi mamá entendió la táctica y en ese sentido actuó. Con la excusa de que viniera a desayunar me llamó a la cocina, me abrazó y adoptando una posición en la que sus ojos quedaban frente a mis ojos, y haciéndome entender la grandeza de su encomienda, musitó:

“Hijo, fruto de mi vientre, carne de mi alma, yo tenía que ir al Vaticano, pero ya me ha ocurrido algo y no podré ir, tú irás por mí. Para ir al Vaticano tienes que saber muchas cosas, muchas cosas hijo, muchas cosas.

“Aquella frase, aquel acto, aquellos sentimientos que se desprendieron de su corazón y que entraron en el mío, se expandieron dentro de mí como un vuelo de mariposa. Yo no tenía la más mínima idea de lo que era el Vaticano, pero tenía en mi alma una misión de mi mamá que debía cumplir, por encima de los vientos, de los mares, de las montañas, de los dioses y los hombres”, Págs. 25,26.

Con ese discurso, Toeya, ahora Josefina Rodríguez, haciendo uso del Misterio de la Fe Creadora, adquirió el dominio total del personaje, del protagonista. A partir de ese momento, cuando ya tenía raza y disfrutaba de libertad, debía vivir la aventura del amor. Y esa ha sido mi vida.

Y eso, la búsqueda del amor, que no parece ser encontrado hasta que hallamos al humano que posee las características biológicas necesarias para crear con nuestro aporte una especie que posibilite la supervivencia, es lo que obliga al humano a ir de un lado a otro buscando perpetuarse. Y una vez más, lo repito aquí, sólo la ciencia poética tiene oídos para escuchar, ojos para ver, dedos para palpar, narices para oler y lenguas para saborear y expresar esta exquisita verdad.

Un poco de lo universal

El caso más extraño de mujer que se oculta para imponer el destino del protagonista, lo es Dulcinea del Toboso. Ella es el más puro amor que caballero alguno haya encontrado, la más grande inspiración que héroe alguno haya tenido sobre la faz de la tierra. Lo misterioso de Dulcinea es que ella jamás actúa, deja que se actué en su nombre, y ese solo hecho basta para imponer la justicia y honrar al amor.

Y debemos preguntarnos: ¿Por qué Miguel de Cervantes usó esta mujer, su diosa, como la protagonista que hace posible la novela, pero que no aparece actuando?

Al usarla como Diosa, como su Magdalena, pero al impedirle que actuara, la liberó de las manos asesinas, la liberó de que, como a Magdalena, la acusen de prostituta, aunque en ninguno de los cuatro Evangelios aparece como tal.

Las tragedias que habían vivido las sabias mujeres del mundo debieron haber llevado a Miguel de Cervantes a esa conclusión. O, para seguir la tónica de nuestros discurso: Obligaron a Dulcinea del Toboso, ya en el cerebro de Cervantes, a imponerle a éste el que la convirtiera en un personaje intocable, inmodificable, el que la pusiera en un lugar donde las manos asesinas no lleguen, donde no lleguen ni los ladrones ni las polillas. Y ese lugar no podía ser otro que la ilusión inspiradora: el Misterio de la Fe Creadora.

Los propagandistas gubernamentales entendieron, mucho antes de Cristo, que cambiar dioses toma mucho tiempo, pero que va más rápido cuando la nueva historia asume, se pone el traje de la vieja. Diciembre 25, la fecha de nacimiento del dios persa, Mithros, se convirtió en el nacimiento de la navidad cristiana. Horus, el hijo de Isis, lo convirtieron en Jesucristo, el primogénito de la Virgen María. Poseidón fue convertido en el Diablo Pitchfork; el pentágono, pentacle, el símbolo del sagrado feminismo, lo asociaron al satanismo; y a las brujas, diosas de las tribus gitanas, las asociaron con los asesinos en serie.

Los gnósticos creen que la revelación espiritual es solo posible desde dentro, sin interferencias de sacerdotes o rabinos. Lo que el escritor hace es despertar a lo que es y descubrir el Dios que lleva dentro. Y ¿cuál es ese Dios? Dios es reconocer que todo es uno, “y eso es gnosis, conocimiento”. Y si tú logras amar, convivir armoniosamente con todo lo creado, has alcanzado el paraíso.

Es la madre o la hija, alguien quien mantiene entre nosotros esa conexión con lo divino. En la tradición judía esa figura es Shekinah, quien es la presencia de Dios y representa lo femenino. En la tradición islámica ella es llamada Sakina y se comporta de la misma manera o en forma parecida. Sakina acompaña el alma a través de la vida. En el mundo Gnóstico, ella vive una vida ordinaria, sufre, disfruta y comparte el entendimiento de la vida humana. Hace posible que cosas inusuales ocurran y es una mujer muy poderosa. En la tradición cristiana, la Virgen María o Magdalena deben cumplir esa misión, pero como la mujer fue acusada de poseer poderes satánicos, sustituyeron su representación con el fruto de su vientre: Cristo Jesús. Y entonces el espíritu femenino entendió que debía ocultarse para llevar su mensaje.

En Romeo y Julieta quien primero se suicida, aunque con la intención de renacer en 42 horas, es Julieta. Romeo la sigue. El mensaje allí es claro: si acaba la mujer, acaba el amor, acaba la vida. Cuando Julieta renace y descubre que Romeo se había suicidado para seguirla hasta el lugar donde se duerme en paz, entonces se clava su daga y muere realmente, dando el ejemplo de que una mujer no abandona en el camino a quien ha sacrificado lo máximo.

En el Mercader de Venecia, William Shakespeare, deja establecida, claramente, la gran diferencia entre las teorías cristiana del perdón y la clemencia; y las teoríasu judía del perdón y la clemencia. Y más importante aún, deja establecida la política que debía seguir la civilización occidental a la hora de elaborar, aprobar y poner en ejecución los códigos judiciales. A pesar de que la novela está fechada en el 1595, es una mujer, Portia, aunque Shakespeare la viste de hombre, -diosa en el más extenso significado de la palabra-, quien expone ante la Corte la funcionabilidad del aparato judicial, quien asume la defensa del acusado y quien explica la gran diferencia entre las teorías cristiana y las teorías judía en materia de perdón, justicia, acuerdos comerciales y clemencia.

Pero esa sabiduría se ha nublado con obsesiones e insanos deseos terrenales. Buda sostiene que nacemos con la sabiduría para sobreponernos al sufrimiento. La mujer ha encontrado en la poesía como ocultarse para enfrentar a esos deseos que nos distraen constantemente del camino al nirvana. Y quizás no representen todos los aspectos de la vida, pero representan cada aspecto de la vida. Nacimiento, crecimiento, búsqueda de la felicidad y disfrute del momento en que el amor se hace felicidad; vejez, enfermedad, muerte…Todo es parte de la vida y por más que se sufra, uno tiene que completar el viaje solo. Cuando Toeya se apoderó de la capacidad narrativa de Bruno lo hizo, cuando Zaida Guerrero se adueñó de la vocación creadora de MSG lo logró; y cuando Josefina Rodríguez tomó la prosa de Miguel Solano lo alcanzo.

Y el misterio está en que yo no he visto que la mujer haga eso, es decir, imponga o revele el destino del protagonista, cuando la narradora es femenina. Quizás lo hayan hecho, pero no lo he visto, yo no lo he visto.

Todos los humanos tienen la habilidad para canalizar su encarnación en el aparato de la existencia. Ese conocimiento tiene miles de años. Ahora, la pregunta está en ¿tienen las almas humanas la habilidad de programar la existencia de futuras generaciones, e incluso de pueblos enteros?

Sostiene Buda que a medida que envejecemos perdemos la habilidad para canalizar nuestra encarnación. La habilidad se recobra con dos condiciones: la primera es cuando estamos a punto de morir; la segunda es cuando se está dando a luz. Ambas situaciones le ocurren o solo pueden ocurrirles a las mujeres. Y yo agregó una tercera: la habilidad de la mujer para entrar en la mente de los narradores, de los poetas y continuar desde allí su mensaje de que la paz también puede imperar en el mundo de los vivos, de que no solo los muertos pueden detener la guerra.

Nota: La hora y el lugar de este evento fueron concebidos con el claro objetivo de lograr el estricto respeto por el gran discurso: Un profeta no debe hablarles a más de doce apóstoles. Pero las cosas han cambiado; y mucho. Bueno, como ustedes, creo que el crecimiento poblacional lo justifica: ¡Bienvenidos todos! ¡Bienaventurados quienes entran al hogar del estudio de la lengua y el cultivo de las letras!

Gracias, muy especiales, a Don Manuel Salvador Gautier, Coordinador de Grupo Mester, por hacer este evento posible. Y mis abrazos de Sol a mis compañeros, prestigiosos intelectuales, Emilia Pereyra, Ángela Hernández, Ofelia Berrido y Rafael Peralta Romero por aceptar mi presencia entre ustedes.

Las palabras “gracias infinitas” no son suficientes para decirle al presidente de la Academia Dominicana de la Lengua, Don Bruno Rosario Candelier, lo que quiero expresarle por hacer de esta institución lo que debe ser: Porque la lengua pertenece al pueblo y el cultivo de las letras debe procurar su felicidad.

Hallen paz para sus pechos. Y pernoten mis errores que yo también de barro fui formado.

Academia Dominicana de la Lengua
Mercedes 204, Zona Colonial
Santo Domingo, D.N., R.D.

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