Dialogo con el sacerdote Juan Luís Lorda
10 de?
Néstor: Como hemos visto: deberes son las obligaciones que nos imponen las cosas que nos rodean-bienes son las cosas que deseamos porque nos parecen convenientes o nos atraen instintivamente. ¿Qué es lo que tiene prioridad, es decir, que tenemos que amar antes?.
Lorda: Esto es tan importante como difícil. Saber poner orden en la conducta es una gran cosa.
Bienes y deberes no son dos voces opuestas como puede parecer en un primer momento, sino que se combinan: atender a los deberes es un bien, y atender a los bienes es un deber. Esto ayuda a situarse. Primero veremos lo más fácil: que es un deber oir la voz de los bienes (A); luego veremos lo contrario: que es oir la voz de los deberes es un bien (B).
A) Es un deber oir la voz de los bienes, es decir procurarse los bienes que se necesitan. La naturaleza está muy bien hecha. En principio, cuando nos sentimos atraídos por un bien es porque nos conviene. Cuando sentimos hambre es porque nuestro cuerpo necesita alimentos; cuando sentimos sed, es porque necesitamos agua. Tenemos deberes con nosotros mismos. Es lógico porque también nosotros formamos parte de la naturaleza. Si hemos de tratar las cosas con respetos, es lógico que también nos tratemos a nosotros mismos con respeto y consideración. “La caridad bien entendida empieza por uno mismo”, dice un conocido refrán. Quizá no es correcto decir que comienza por uno mismo, quizá no empieza necesariamente por uno mismo, pero desde luego hay una caridad con uno mismo, hay un amor propio que es legítimos y bueno y que nos lleva a obtener los bienes que son necesarios y nos convienen. Si no, no podríamos vivir:.
Es una deformación pensar que todo lo que nos apetece o nos da gusto es, por eso mismo, malo o por lo menos sospechoso. La naturaleza está bien hecha y, en principio, lo que nos apetece, es realmente un bien, algo que nos conviene, y, en esa medida, también un deber. Los bienes primarios nos atraen porque los necesitamos. No es malo sentir el atractivo, lo malo sería dejarse llevar por él sin orden. También sucede esto con el atractivo sexual. Este deseo o impulso señala una necesidad de la naturaleza humana que es la de perpetuarse; se trata de algo bueno en sí, aunque tiene también un orden. Para que se convierta en un deber, la llamada del bien tiene que pasar por el juicio de la inteligencia. La inteligencia tiene que valorar si esa llamada debe ser escuchada y es la que pone orden en los bienes que deseamos: la que valora cuándo, cómo y en qué medida. El deseo es sólo un indicio: necesita la aprobación de la conciencia para que sea bueno seguirlo. Los bienes se convierten den deberes cuando pasan por la conciencia.
B) Ahora nos queda ver la proposición contraria: es decir, que seguir la voz de los deberes es un bien que es muy bueno y deseable para el hombre.
Esto es evidente. Lo propio del hombre es escuchar la voz de los deberes, sentir los deberes, percibirlos. Es lo que da dignidad al ser humano y lo que le hace diferente a los animales. El hombre es tanto más digno y tanto más maduro cuanto más sentido del deber tiene.
Para vivir moralmente, oyendo la voz de los deberes, se necesita mucha fuerza. Y parte de esa fuerza proviene de tener la convicción profunda de que ese modelo de vivir es bueno y bello. La vida moral alcanza una gran altura cuando esta manera de vivir es firmemente deseada como un bien. Entonces es cuando se combinan con plenitud la voz de los deberes y la de los bienes. Continuaremos.
El autor es vicealmirante ® de la Marina de Guerra Dominicana.