Los ganadores pasan raudos. Ya no necesitan abrazar, besar ancianas y niños. Dejaron el falso cariño bullicioso de la campaña por ir al Congreso o al Ayuntamiento.
Ya no ven, menos escuchan, tienen las orejas cerradas, los oídos en blanco, le huyen a la comunicación. Un ejercicio ferviente de los hijos del interés, seres solitarios para lo que ellos creen que no están en sus planes de agarrar y llenar el maletín; nada de él otro le es importante.
Evitan, le huyen a la verdad reclamada, no tienen intereses comunes, ya obtuvieron lo que querían, el voto.
Sabemos que el candidato estaba en la búsqueda del poder que da dinero sin ejercer el deber honesto y ahora se encierra en un mundo alejado, se sumerge en su ley de ignorar a los que le ayudaron. Se convierte en esclavo del tener por no haber desarrollado la inteligencia de las buenas costumbres, la sinceridad.
De estos realmente no puede esperarse que sepan honrarse, cuidarse y amarse a sí mismo, no juzgan nada ni a nadie, excepto a sí mismo.
La gratitud no es un deber que se impone. Su calidad y profundidad estriba en el grado de su espontaneidad. Cada uno tiene que decidirlo por sí mismo. Esta es la razón por la cual muchos se olvidan.
No es conjetura ni suposición, ahí están los hechos que indican que esta generación salvo pocas excepciones no está en el camino correcto, la moral y la naturaleza hablan, no la escuchan y la vida se pierde en las malas acciones que sufrimos.
Es una clara falsedad llamarlos líderes políticos, los veo por su accionar como politicastros, sí es un término peyorativo que se aplica a un político incapaz, rastrero, mal intencionado, que actúa de manera poco clara. Me lo dice el barrilito, las ventas de exoneraciones de vehículos y los negados informes de los ayuntamientos a la Cámara de Cuentas, que realmente no cuentan para nada. Vive la impunidad.
La verdadera grandeza política aparece siempre revestida de humildad. Tuve la alegría de verla en mis años mozos. Las noticias y fotos del alma grande Gandhi caminando por las calles polvorientas de su amado pueblo. Gandhi es inmensamente grande por su visión realizada, acompañada de su no violencia y la humildad. Sirvió sin menoscabo de su propia dignidad. Nobleza de libertador.
Los que presumen de grandes, en jeepetas con la cabeza erguida, bien trajeados, la humanidad bien inflada, pero vacíos. Son pantallas que tratan y no pueden ocultar sus malas acciones.
Los que son verdaderamente grandes, primero no lo presumen, porque ellos mismos no saben lo que son y segundo han enriquecido sus pasos con el infinito manantial del servicio humilde y honesto.
El amor patrió ni se cansa ni se rinde. Evitemos, quitémonos el excesivo peso, esa carga de deshonestidad de los politicastros del transcurrir que turban todos los equilibrios.
El caso del diputado Sergio Vargas es patente. Lo presenta como un comerciante que ansía ser reelecto y le exigieron pagar RD$50,000 para inscribir su candidatura y el partido lo ayuda para que logre ocupar su curul. Perversos. Tienen la mente empotrada por el torrente accionar corrupto. Sumidos en las atenciones materiales para su propio provecho.
El dominicano tiene que actuar para que surja la moral como brota el agua en el desierto. Tenemos sed de dejar de ser abusados.
Que la fidelidad al deber se imponga salvando la nación de los desacatos. Queremos presenciar una competencia de políticos en ser honestos. Y ver las hermosas buenas acciones y no las vergonzosas malas.
El autor es vicealmirante retirado de la Marina de Guerra.