Lo peor no es que suplidores y contratistas satisfechos, jueguen a dar muestras de incondicionalidad financiando vallas que promuevan la incertidumbre.
Lo peor no es que individuos de una acreditación brumosa peregrinen por los medios argumentando lo absurdo.
Lo malo no es que perseguidores de decreto, hayan tomado la oportunidad para hacerse sentir.
Lo triste no es que se acuda a la política del siglo XXI con usanzas del XX.
Lo que se lamenta no es que se coquetee innecesariamente con el desprestigio.
Lo peor no es que se procure la entretención mediática.
Lo ocioso no es que no se hayan asimilado algunas lecciones del proceso electoral recién finalizado.
Lo peor no es que los intereses creados apuesten a que nada cambie.
Lo malo no es que el mercado electoral, se afecte de confusiones.
Lo lamentable es que un país, zarandeado por la imprevisión desde que asomó a la vida republicana tire por la borda una coyuntura propicia para enfrentar sus carencias con políticas concertadas.
El privilegio de contar con un gobernante con liderazgo, popularidad y prestigio, que no trabaja, dado el irrefutable impedimento constitucional, en beneficio directo de sus aspiraciones, le concede a esa figura la oportunidad de erigirse no sólo en un árbitro, respetado y valorado, sino además en un impulsor de las políticas de consenso que requieren los grandes temas.
Lo incomprensible es que se juegue a desprestigiar la imagen del mandatario en el momento en el que el gobierno está acorralado por un déficit presupuestario que no tiene salidas simpáticas, que requerirá de sacrificios a los que solo se puede apelar con credibilidad.
Lo grave es que a un ciudadano que se percibe cada vez más inseguro por el auge de la criminalidad, se le proyecte la sensación de que la centralización de la agenda pública es la exaltación de las figuras del poder.
Lo grave es que la gente está harta del problema de la industria eléctrica y mientras no se le proyecte otra cosa que elevación de tarifa, se promueve la sensación de que para los que medran en el banquete nada hay que se asuma con seriedad.
Lo dañino es que se apruebe una nueva Constitución y se consienta que salgan a proyectarla como un pedazo de papel.
Lo triste es que por estar distraídos en tonterías una sociedad pase por la pena de ver la imagen de la Policía, equiparada y incluso peor enfocada que la de los delincuentes.
Lo grave es que en momentos en que se amenazan exenciones fiscales concebidas para impulsar la productividad, se les lleve a los sectores productivos la sensación de que aquí jamás se saca tiempo para gobernar.
¿Por qué el tonto empecinamiento en promover la idea de que la sociedad puede abocarse a graves conflictos? Lo que pasa es que hay individuos, que no tienen más mira que la de sus propios beneficios. No les importa ni líder, ni partido, ni sociedad.
No entienden que si no nos detenemos a fortalecer la institucionalidad y a gobernar para la gente, esos beneficios que les obnubilan la razón no podrán ser disfrutados.