Como zorro tras carne de gallina llegó donde el ministro traía más que buenas nuevas. Ninguna secretaria o la eficiente asistente se atrevieron a detenerlo en la puerta. Entró con más poderes que Pedro en su casa. El ministro estaba reunido con un grupo de socios, haciéndoles señas con el periódico que llevaba en las manos les ordenó que salieran, advirtiéndoles que entrarían de nuevo cuando él se marchase. Estaba acompañado por su diva, nunca la deja.
Ella, tras sexuales pasos muestra sus piernas, sus nalgas, sus jugosos pechos y su erótica sonrisa; entonces se sienta en las piernas del ministro y empieza un griego acariciar mientras el Denguero lee lo que apareció en el matutino:
—“Nadie niega que la tarea de eliminar criaderos de mosquitos tenga que ser ingente, y que para no dar palos a ciegas, hay que ubicarlos y además contabilizarlos”. ¿Viste eso? ¡Te gusta esa vaina!
— ¡Me encanta esa vaina! Sí, ya lo vi. Está en la parte más vista, leída y comentada del diariolibrismo. Aunque no me gustó la critica que hacen a los números que dimos: son mis números y son buenos aunque sean falsos.
—Eso es pendejá, ¿quién le va a poner caso a monterías? Todos le ponen atención a esas dos mágicas palabritas que aparecen al final del primer párrafo: “…hay que ubicarlos y además contabilizarlos”. Ubicarlos y contabilizarlos, ubicarlos y contabilizarlos, ¿quién cree usted que puso esas bellezas bíblicas en ese exótico párrafo? Este genio que está aquí: El Denguero.
—Pero si los tenía ubicados y contabilizados, ¿cómo diablo es que ha aparecido Dengue por todas partes? ¿Ya tú no tenías ubicados y contabilizados los benditos lugares donde iba a depositar los huevos?
—Ministros, no pierda su sensatez, su hábil sentido común, que esas son sus principales. Lo hice por usted. Este es un año peligroso. Ya usted tiene mucho tiempo en este puesto y hay amenazas de que lo tumben, muy serias. Fíjese que hice publicar en los periódicos que eliminaríamos diez millones de criaderos, con esa batalla que usted esta dando, usted es un héroe, nadie pedirá su trono. Bueno, hay amenazas con unos cuantos rojos que lo quieren, pero esos siempre piden, a esos nadie los satisfaces; lo importante es que ninguno en su partido aspira.
—Pero Denguero, ¿y qué te importa a ti quién sea el ministro de Salud si con todos tú haces lo mismo? Además no te pases, que la única cosa que hace dudar de la existencia de Dios son los mosquitos, ni el Papa cree en el Santo Padre cuando ese infernal canto ronda sus orejas. Y al gobierno no le conviene que la gente dude de Dios. El Todopoderoso es un aliado importante, intocable: si perdemos a Dios, perdemos a la plebe.
—En eso usted tiene razón, toda la del globo: a los honorables los hago ricos, incluso a aquellos que les interesa obtener su riqueza por atrás, que son muchos, como bien lo sabe usted, a esos también se la proporciono, que para eso tengo mis gladiadores. En cuanto a la alianza con el Creador usted sabe que yo religiosamente pago mi diezmo, incluyendo algunos gladiadores que tengo que proporcionarles a las perturbadas noches de los obispados.
— A mí no me incluya en ese listado, que yo no voy a aparecer con un negro en las piernas.
— ¡Ay, no mencione eso que Temo! Y la verdad ministro que estaba bueno el jodío negro, fuerte como un roqui: ¡lo puso a gozar!, pero para usted yo tengo estas divas: ¡mire como le levanta los ánimos!
—Ahora, hablemos de negocios, Ministro: hubo un poquito más de muertos, pero la inversión se ha multiplicado, elevando sus ganancias netas a cuarenta y tres millones.
—¿Cómo que cuarenta y tres millones, Denguero, quedamos que serían sesenta y siete?
—No ministro, usted entendió mal, yo le dije que serian treinta y siete. Ahora, como yo aumente los criaderos y eso aumento la inversión, su ganancia aumentó a cuarenta y tres.
—Pero cómo que cuarenta y tres si con eso no puedo ni comprarle un apartamento a la nueva amante. ¿Cuánto tú te vas a ganar?
—Usted sabe que lo mío… es siempre el cincuenta por ciento de la ganancia del ministro. Usted se gana cuarenta y tres, yo veinte y uno, más mitad.
—¿Ni siquiera veinte y dos? Bueno, pues esta vez te jodiste, tú vas a tener que pagar por haberme hecho escuchar mal: lo tuyo sólo serán diez millones, que yo tengo que darle diez millones al partido.
—Pero ministro, entonces lo mío… serían once y medio.
—No, porque mi mujer necesita cambiar la yipeta. Ese millón y medio es de ella
—Ministro, soy yo el que tengo ubicados y contabilizados los criaderos, soy yo el que fermenta y distribuye los huevos, soy yo el que arreglo las buenas publicaciones en la prensa, soy yo el suplidor…
—Si, eres tú, eres tú, eres tú… Y por eso te ganarás diez millones. Y ahora lárgate que aquí hay muchos chismes que atender.
—Bueno, ya que todo está aclarado…, pero ministro, como yo tengo ubicados y contabilizados los criaderos y fermenté unos huevitos, extras, ¿podría distribuirlos en diciembre?
—Pero Denguero, ¿Cómo va a aparecer dengue en diciembre, si no es temporada?
—Ministro: ya tengo lista la publicidad. Se lo achacaremos al milagro del cambio climático, ¿y quién podrá dudarlo?
—Así piensan los genios perversos: ¡creo que funcionará!