Caminar, o sea, intentar andar por las calles del país en estos días de lluvias significa una verdadera odisea. Hablamos de aguas que dan a mitad de pierna o hasta la cintura y más…y no se trata de huecos, ni avenidas secundarias (que tampoco merecen estas inundaciones).
El número de personas que han debido desplazarse como consecuencia de las incesantes lluvias en la República Dominicana es de unas 6.510, según datos ofrecidos por el Centro de Operaciones de Emergencia (COE).
Si las cosas siguen como van, no sólo habrá que evacuar a quienes viven en las cercanías de ríos y cañadas, sino a la población toda, da igual si reside en el centro de la capital o en regiones más alejadas.
Con la misma fuerza que se comienzan mega obras y se erigen inimaginables edificios a todo lo largo y ancho del territorio nacional, así mismo debía disponerse del aparataje imprescindible para “destupir” tragantes, abrir nuevos y fomentar un sistema de drenaje fluvial acorde con un país que crece día a día y, encima, construye un grande y novedoso metro.
Si las experiencias no fueron suficientes, porque aún las aguas estancadas, plenas de escombros, basuras de todo tipo y muchos desechos más, no han llegado hasta las puertas de quienes deben decidir que las instalaciones hidráulico- sanitarias y los “vaciados” en general se construyan, revisen y garanticen que fluyan como debe ser, sencillamente continuaremos siendo una “ciudad ahogada”, sumida en estancamientos de los cuales sólo pueden multiplicarse vectores que atentan contra lo más importante del ser humano: la vida.