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¿Y el problema dominicano?

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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La política exterior dominicana pone énfasis en muchos aspectos, menos en el esencial. Es humanística y globalizante, proactiva y multitemática, pero evasiva, irresponsable y superficial frente a la más grave amenaza que confronta la nación.

Se emplea en la paz del Medio Oriente, que se desactive un conflicto arraigado en las refriegas milenarias de unas religiones que reclaman como particulares, espacios que la historia y la tradición teológica han hecho comunes.

Quiere Santo Domingo que la bandera de la paz otee entre los hermanos de la Gran Colombia, en principio creada como una sola república dividida en Estados, con intendentes particulares, pero con el Libertador como timonel. Colombia y Venezuela fueron concebidas en un mismo sueño, son hijas de un mismo padre, y dominicana, con todas las diligencias que fueron necesarias, se los hará entender.

Pero Honduras, antigua provincia de la capitanía de Guatemala, que nacería a la independencia como República de Centroamérica, y que más tarde como los otros países, juraría por un estatuto soberano, no puede seguir ahondando esos conflictos que estancan su economía. República Dominicana ha hecho todo lo que está a su alcance por la armonización de los hondureños y lo que falte es poco para una nación que promueve la paz.

Si el mundo y en especial los países que fueron víctimas de los atentados terroristas financiados por Muammar Gaddafi, han aceptado las indemnizaciones pagadas por el dictador libio y le han quitado el mote de asesino, no debe tener la República Dominicana ningún reparo en cortejarlo como lo hizo, haciéndolo digno de una de nuestras giras.

Que seamos el primer país del Caribe que gire una visita de Estado a Alemania, no es ocioso, porque en ese país hay financiamiento bancario y muchos turistas. Que visitemos pueblos que han padecido sismos en busca de una alianza preventiva que debería expresarse en mayor previsión en el plano local, no afecta ni daña, por el contrario, exhibe nuestra variedad de objetivos.

Que apelemos a las bendiciones del Santo Padre, que cortejemos a las monarquías europeas, y que insistamos en representar una cosa amorfa como América Latina, con países como Brasil y México, que no requieren que nadie hable por ellos, y no aterricemos en nuestra realidad que, es Centroamérica y el Caribe, podrá ser inefectivo, pero no daña.

Que en República Dominicana clame por ayuda para Haití, es un gesto noble y solidario, pero carente de efectividad en función de nuestros propósitos, porque esa ayuda no llegará porque se solicite, mientras el país no deje claro que no puede seguir asumiendo las consecuencias del drama haitiano.

El principal problema de política exterior es el desborde de una población ilegal que cada vez toma más cuerpo sin que a nadie le importe y que puede llevar al Estado dominicano al colapso del haitiano, pero ese tema no se enfoca en ningún foro, ni se le encara en las conversaciones bilaterales con las potencias que han contribuido a generar esa tragedia.

El asunto urgente es ¿qué va hacer este país para controlar su territorio, ejercer su soberanía y proteger a su gente? ¿Seguir de brazos cruzados dejando que la situación se torne cada vez peor?

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