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Recorriendo el Gran Pantanal de Mato Grosso

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Brasil.- Ubicado en su mayoría en territorio de este país, aunque también con extensiones en Bolivia y Paraguay, el Gran Pantanal es una inmensa llanura aluvial que aloja el humedal más grande del mundo, con un área total de 210.000 Km., uno de los ecosistemas más ricos y diversos del planeta que ofrece al viajero opciones que van del ecoturismo al turismo cultural, de la observación de aves a prácticas como canopy, buceo o rapel en cavernas.

Este universo verde es de por sí desproporcionado en todo sentido, es el mayor humedal del planeta con unos 210.000 km2, compartidos con Bolivia y Paraguay, de los que unos 160.000 km2 pertenecen al Brasil. Alberga la mayor diversidad de fauna y flora del planeta, es uno de los sitios más lluviosos de la Tierra, 1.600 mm. de media anual que hasta genera su propio clima, y si todo esto fuera poco, aún conserva una cantidad de pueblos originarios de la gran nación mbyamba tupí guaraní, contactados, que viven en Áreas Indígenas reservadas, y la mayoría de ellos conservan su lengua y sus costumbres.

Salimos de Miranda, temprano rumbo norte hacia Rondonópolis en Mato Grosso, donde a priori habíamos planificado hacer noche, aunque eso de planificar en este tipo de viaje nunca fue nuestro fuerte. No habíamos recorrido los primeros 100 km, cuando en la imagen satelital de la notebook veíamos una rutita de tierra con rumbo norte que nos podía ahorrar unos kilómetros, dejamos el pavimento y todo al norte por una “estrada estadual”, que según los cálculos nos depositaría en unos 260 km. y varias horas de marcha en Río Verde.

En el sentido de marcha, hacia el Oeste hay unos 300 km. de pantanos, arroyos, ríos y ninguna ciudad, agua y verde hasta Corumbá. Pasado el medio día cruzamos de estado de M.S. a M.T. sobre el río São Bento, Nuevamente sobre pavimento continuamos hasta Rondonópolis, donde llegamos al anochecer, con un cielo increíble.

Nuestra idea era pasar por Cuiabá y continuar hasta Porto Velho capital de Rondónia, a orillas del famoso río Madeira, uno de los principales afluentes del Amazonas, de la que nos separaban aun unos 1.800 km.

Después de un descanso reparador y de nuestro “café da manhã” partimos hacia Cuiabá, capital del estado de Mato Grosso, por la BR 163, la que en unos 220 km nos depositaría en destino, pero no siempre lo planificado termina siendo la ruta definitiva, de la BR 163 solo vimos los primeros 60 km, ya que en Jaciara sale una “rutita” hacia el nor-noroeste que nos pasearía por la Chapada dos Guimarães y luego a Cuiabá.

Un espectáculo aparte esta ruta recientemente pavimentada y que tiene prohibido el tránsito de camiones, que serpentea entre dos muros verdes de vegetación cerrada, un lugar fantástico donde el tiempo parece pasar más lento. Pasamos Campo Verde y desde allí la ruta comienza a subir las sierras lentamente con paisajes muy atractivos. Este sistema de sierras es muy antiguo, en realidad es una falla geológica que al elevarse separó la planicie del Pantanal del planalto central (meseta elevada), y antes de la elevación de los Andes, fue fondo marino.

Las vistas desde lo alto de las sierras son impresionantes, agua y verde hasta donde la vista alcanza. Continuamos la marcha, y teníamos apuntado un lugar con un salto de agua de varios cientos de metros llamado Véu da Noiva (Velo de novia), sorpresa grande, camino cerrado. Al ingreso del desvío había carteles que advertían la prohibición y unos metros más adelante había un grupo de personas, entre ellos la gente de IBAMA (Medio Ambiente), con los que charlamos unos minutos, y nos explicaron que había riesgo de desmoronamiento de parte del cerro donde está el salto de agua.

Antes de llegar a Cuiabá paramos a cargar combustible y como casi siempre nos pasa, la gente nos pregunta qué hacemos por allí… Nos pusimos a charlar con el amigo y comentamos que nuestro destino era Porto Velho, pasando por Cuiabá, Cáceres, Vilenha, a lo que nos contesta que hay una ‘estradinha’ que pasa por Barra do Bugres , Tangará da Serra y Sapezal.

Mirando los mapas y la notebook, no había nada, al menos no indicado, pero nos aseguraba que sí existía y que iban camiones por ahí. Tomamos nota y seguimos viaje.

En las imágenes satelitales no veíamos nada que nos indicara ruta alguna, es más, sólo la indicación de diversas áreas indígenas, con lo que decidimos preguntar nuevamente más cerca del desvío, y así fue. Preguntamos y nos dijeron que estábamos en lo correcto, pero con un agregado. “Olha seu moço, a estrada para Sapezal está interditada para reformas. Vocès vao precisar pegar uma estrada da terra paralela. Ela está boa! Está levando umas 6 horas pra fazer o percurso, vocès devem fazer mais rápido que isso”.

Nos miramos como decidiendo qué hacer, pero antes de poder contestar algo, nos dice “Só tem un problema. Os indios estão cobrando pedágio pra pasar lá. E quem não paga, é recibido à flechadas lá na frente!!!”. Sin mediar palabra, nos miramos en forma cómplice entre sonrisas y dijimos “por eso estamos acá”. Obrigado meu amigo y partimos. Almorzamos algo en Barra, en el lugar más aceptable que encontramos, que en realidad era un parque de diversiones para todo tipo de bacterias. “O paraiso do bicho!” Pasamos Tangará y encontramos el desvío de tierra. ¿Tierra? A los pocos kilómetros veíamos una nube rojiza al frente, pero de una magnitud impresionante.

Si bien el camino es de un fino talco rojizo, tarda una eternidad en bajar o dispersarse si no hay viento, y no lo había. Dos camiones a 20 km/h. nos antecedían, nos costó mucho pasar, ya que no veíamos a más de un metro de distancia, nos demoraban más de la cuenta y nos faltaba una eternidad para completar el día. Ni hablar el tierral que comimos, habíamos cerrado las ventanillas, pero el polvo entraba igual y encima no circulaba aire. Las volvimos a abrir y la nube ya viajaba con nosotros pero al menos corría aire. La capa de polvo dentro de la camioneta era impresionante y nuestras caras eran de risa, ya que con la transpiración el polvo se nos pegaba al cuerpo y esto se estaba complicando. Inferno na Terra!

Había trechos con agua y barro en el camino lo que lo hacía un poco más divertido, y nos daba un respiro de aire limpio, y así llegamos al puesto de peaje. Un indio parado en medio de la ruta, un cartel en el costado derecho rezaba Área Indígena Parecis – Pedagio, y ahí paramos. Educadamente dijimos “bom día” a lo que nos contestó “Vinte reais”, nos miramos con Gus y le dice “nos disseram que era dez reais”, a lo que nos contestó amablemente “Aumentou”. Pagamos y nos dio un recibo oficial con todas las formalidades de ley.

En la banquina había una camioneta y gente de FUNAI, el organismo estatal de protección a los indios, así que paramos y fuimos a conversar con ellos. Está conversación con el nuevo amigo Lúzio desencadenó una serie de eventos que motivaron en pocos meses otro viaje, pero esa es otra historia. Estos pocos minutos de charla ya justificaban de por si todo el viaje.

Toda esta gran zona es el Pantanal, que da origen a una cantidad de ríos de suma importancia en la región como el Paraguay, el Guaporé o el Madeira, cuyas cuencas influyen en miles de kilómetros a la redonda y que sin esta esponja natural que regula el flujo de las aguas, las áreas anegadas o las crecientes serían otras. Qué decir del paisaje, la fauna o nuestra experiencia con indígenas reales, no para turistas.

Este contacto, por breve que fue, nos cambió en algo, no sólo el viaje que sería lo de menos, algo más importante que es difícil de expresar. Cuando llegamos a Porto Velho, ya en el hotel mirábamos los mapas y las imágenes satelitales, y es increíble por donde habíamos pasado, todo verde, todo selva ininterrumpida en miles de kilómetros y nosotros al medio.

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