Diálogo con el sacerdote Juan Luís Lorda
11 de ?
Néstor: la voz de los bienes y deberes exige una fuerza de amor y sentimiento?
Lorda: El deber cobra una fuerza enorme cuando se aprende a amarlo como un bien. Es completamente distinto un estoico (o Kantiano). CUMPLIR CON EL DEBER, que un apasionado AMAR El DEBER. El hombre apasionado por su familia y por sus hijos cumple sus deberes familiares con una intensidad y una plenitud que ni siquiera puede imaginarse de que ha aprendido a cumplir sus deberes leyendo un libro. Ninguna consideración teórica puede sustituir la fuerza de una pasión rectamente orientada. El alcalde verdaderamente enamorado de su ciudad tiene una fuerza para buscar el bien público que le hace capaz cualquier sacrificio.
El hombre es un ser corporal, que tiene sentimientos: necesita de ellos para obrar con fuerza, con hondura y con perseverancia. Una decisión aislada nos suele bastar para cumplir un deber que se hace difícil, costoso o que exige un esfuerzo prolongado. En cambio, si ese deber se ama con afición, se adquiere una fuerza extraordinaria para cumplirlo. Entonces es todo el hombre, con cuerpo y alma el que quiere.
Una madre es capaz de una abnegación increíble con sus hijos. Sus sentimientos le ayudan a cumplir incluso heroicamente sus obligaciones. Un profesor con vocación docente que ama su trabajo es capaz de desarrollar una energía y un espíritu de sacrificio extraordinarios por el afecto que siente hacia sus obligaciones. Encuentran gusto en cumplir con su tarea y excederse es que AMAR SU DEBER CON CUERPO Y ALMA, y afectos profundos refuerzan la decisión de su voluntad. Han llegado a esa situación feliz en que EL DEBER ES AMADO COMO UN BIEN. Esto tiene mucho que ver con la plenitud humana.
Néstor: No siempre resulta posible cumplir con el deber. ¿Es que no tenemos un dominio fácil sobre nuestros sentimientos?
Lorda: Nuestros sentimientos tienen también una base corporal y están muy condicionados por factores incontrolables de clima, salud, alimentación, etc: sólo nos siguen en alguna medida. Y son lentos: necesitan tiempo para aficionarse a algo y sentirlo como un bien. Hace falta educarlos, acostumbrarlos a amar nuestros deberes.
Muchas veces hay que cumplir con el deber sin sentir nada o incluso sintiendo repugnancia. La costumbre de vencerse y hacer lo que se debe, con o sin sentimientos, los educa y hace más ágiles para seguir las determinaciones de la voluntad. Los hombres muy rectos tienen los sentimientos educados y estos les dan mucha fuerza cuando toman decisiones. En su fuerza de voluntad intervienen fuertes sentimientos que dan consistencia y pasión a la decisión de la voluntad.
Cuando tomamos decisiones muy firmes, arrastramos nuestros sentimientos. Y cuando los repetimos muchas veces creamos aficiones. Cuando nos sentimos orgullosos por haber cumplido con el deber la afición crece. Y también cuando que consideramos lo hermoso que es vivir así. LOS SENTIMIENTOS SE MUEVEN CUANDO SE DESCUBRE EN EL DEBER SU ASPECTO DE BELLEZA. LOS SENTIMIENTOS BIEN EDUCADOS SOSTIENEN LA VIDA MORAL.
Le dan estabilidad y consistencia. Por eso, un aspecto fundamental de la educación moral, de la educación para ser hombre, es la educación de los sentimientos: enseñar a amar la conducta recta y sentir repugnancia por la conducta desordenada. Y el modo de educar ese amor y esa repugnancia es mostrar la belleza de la conducta recta y la fealdad de la conducta torcida. Las cosas buenas entran por los ojos mucho antes que por la inteligencia. Continuaremos.
El autor es vicealmirante ® de la Marina de Guerra