Desde el mismo momento en que el pueblo dominicano conoció el contenido del nuevo contrato-estafa firmado por el gobierno de Leonel y el Congreso Nacional, a favor de la colonialista empresa minera Barrick Gold, para explotar la inmensa mina de oro, plata, cobre y cinc de Pueblo Viejo, Cotuí, el sector ambiental no gubernamental, los sectores populares, la juventud, algunos legisladores y la iglesia católica, han levantado sus voces de protesta exigiendo la inmediata revisión y anulación de ese contrato, a fin de que se haga un nuevo contrato que garantice, claramente escrito, que desde el mismo primer año de operación el país recibirá al menos el 50% de los beneficios de la producción.
Hay que recordar que el artículo 8 del contrato original firmado por el presidente Hipólito Mejía, con la empresa Placer Dome, en el año 2001, ratificado por el Congreso Nacional, en el año 2002, le garantizaba al Estado Dominicano un 3.2% como Retorno Neto de Fundición (RNF), un 25% de Participación en las Utilidades Netas (PUN) y un 25% como Impuesto Sobre la Renta (ISR).
Sin embargo, la enmienda al contrato elimina el 25% de participación en las utilidades netas, hasta que la empresa haya recuperado una inversión inflada de 3,500 millones de dólares, cuando la inversión originalmente programada por la Placer Dome era de apenas 330 millones de dólares, lo cual le quita al pueblo dominicano unos 50,000 millones de pesos sólo en los primeros seis años de operación.
Y si bien es cierto que el contrato firmado por el presidente Mejía tenía algunas fallas conceptuales y estructurales desde el punto de vista ambiental y desde el punto de vista minero, hay que reconocer que en términos de beneficios económicos para el país el contrato minero de Hipólito superaba en “años luz” al contrato-estafa de Leonel, ya que el contrato de Leonel no resiste ningún tipo de análisis financiero, ni siquiera el de un bruto.
Y es que el contrato minero de la Rosario Resources, antes de la nacionalización de 1978, le garantizaba al Estado Dominicano 76 centavos de cada peso de beneficio del dore, el contrato minero de la Falconbridge, renegociado por Balaguer en 1986, le garantiza al Estado Dominicano 50 centavos de cada peso de beneficio del níquel, mientras que en el contrato-estafa de Leonel lo único seguro que recibiremos de la Barrick serán 3 centavos de cada peso del RNF, y todo lo demás estará en veremos. Una gran estafa apoyada por la Cámara Minera, por la Sociedad de Geología y por la chica de Sipol.
El artículo 8.3 del contrato-estafa de Leonel expresa claramente que la Barrick estará exenta de todas las formas de impuestos y tributos, impuestos a las ventas, impuestos a los ingresos brutos, impuestos de valor agregado (incluyendo el ITBIS), impuestos aduaneros de exportación, y por selectivo al consumo respecto a todos los bienes, servicios y derechos adquiridos, consumidos, producidos, vendidos o arrendados en las actividades de construcción y esa exención supera el 3.2% del RNF.
Un documento público, elaborado por el Director General de Minería, Octavio López, y por el presidente de la antigua Rosario Dominicana, José Ángel Rodríguez, dice que durante toda la vida del proyecto minero la Barrick va a entregar al Estado Dominicano los siguientes beneficios:
Retorno Neto de Fundición (RNF=3.2%)…..……..US$561, 953, 093.00
Participación Utilidades Netas (PUN=28.75%)……US$1, 092, 649, 218.00
Impuesto Sobre la Renta (ISR=25%)……..…US$1, 547, 118, 087.00
Total de ingresos para el Estado……………US$3, 201, 720,398.00
Si usted revisa los porcentajes y los montos estimados por la Dirección de Minería, verá que no guardan relación, ni proporción, porque si el 3.2% del RNF aporta US$562 millones, cómo explicar que el 28.75% del PUN apenas aporte US$1,093 millones y que el 25% del ISR sólo aporte 1,547 millones.
Pero si la Barrick Gold ha valorado nuestra mina en 38,558 millones de dólares, y sus costos de producción son de un 20% del precio de venta del oro, le quedarían beneficios brutos estimados en 30,845 millones de dólares, y si de ese valor piensa pagar al Estado 3,202 millones de dólares, eso quiere decir, que si esto se cumpliese, la Barrick sólo va a pagar, en total, apenas un 10% de los beneficios obtenidos en una de las minas de oro más grandes del mundo, la cual está situada en una de las comunidades más pobres del país, donde nadie tiene el coraje de levantarse y oponerse.
Pero el creciente rechazo nacional al contrato-estafa de la Barrick Gold ha llevado a la empresa a aceptar la recomendación pública formulada por el ministro de Industria y Comercio, Monchi Fadul, en el sentido de desarrollar una intensa campaña publicitaria que presente a la Barrick como la salvación de la nación, y ahora se nos presenta, a través de los medios de comunicación, una campana perversa que muestra a choferes y a empleados de la Barrick decir que si la empresa le conviene a los empleados, entonces le conviene al país, y por eso algunos geólogos apoyan a la Barrick, porque aspiran a ser sus empleados, aunque el país se hunda en la vecina y profunda fosa de Milwaukee.
El hecho de que una actividad, legal o ilegal, le convenga a un empleado o a alguien en particular, jamás debe ser tomado como argumento de sustentación de un falso discurso de supuesta conveniencia a la nación, porque sería una perversidad decir que si el contrabando le conviene a los contrabandistas, entonces le conviene a la nación; que si la delincuencia le conviene a los delincuentes, entonces le conviene a la nación; que si la corrupción gubernamental le conviene a los funcionarios corruptos, entonces le conviene a la nación; y que si el narcotráfico le conviene a los narcotraficantes, entonces le conviene a la nación. La campaña de la Barrick es simplemente ridícula y perversa.
Ese fue el mismo argumento perverso utilizado por el gobierno para defender la instalación de una cementera en la frágil región hidrogeológica de los Haitises, donde se decía que la cementera sería la solución a los problemas de pobreza de los campesinos de la región, y tan pronto el proyecto fue impedido por las fuerzas sociales de la nación, el gobierno y el ministerio de ambiente le entraron a dos manos a los campesinos de esa región, golpeándolos, desalojándolos, apresándolos y hasta asesinándolos, sin ningún tipo de consideración.
El contrato-estafa entre Leonel y la Barrick sólo le conviene a la Barrick, y a nadie más, ni siquiera a sus empleados, porque cerca de 1,500 empleados se han intoxicado dentro de las instalaciones de la mina, sin que la Barrick asuma sus responsabilidades laborales, y ello ha motivado a varios de los intoxicados a acudir a los tribunales para reclamar sus derechos laborales, porque la Barrick se maneja dentro de un esquema colonialista esclavista propio del siglo XV.
Sólo los interesados muy descarados, como Sipol, y los brutos iletrados, se atreven a creer que ese contrato-estafa beneficia en algo a la República Dominicana, cuando dicho contrato representa el mejor ejemplo de la piratería minera del siglo XXI, la cual nos ha llegado gracias a las relaciones internacionales de un Presidente indiferente, que aspira obsesivamente a ganarse el premio nobel de la paz, olvidando que su propio país está al borde de una guerra social que podría ser difícil de controlar.
La Barrick Gold siempre ha querido que le regalemos nuestra mina de oro, y recuerdo muy bien sus primeras reuniones con nosotros, en el Banco Central en el año 1993, y la visita que hicimos a sus operaciones en Goldstrike, Elko, Nevada, USA, y quien suscribe no tiene ningún inconveniente en que le regalemos la mina a la Barrick, siempre y cuando la Barrick asuma la totalidad de nuestra deuda externa, cercana a los 20,000 millones de dólares, para pagarla con los beneficios de la mina.
Si yo fuese el Presidente así lo haría, pero sin olvidar que cuando el rey persa Darío III le ofreció a Alejandro Magno toda Asia Menor, a cambio de la paz, Parmenio, su general asistente, le dijo: “Si yo fuese Alejandro aceptaría”, a lo que Alejandro respondió: “Y yo también, si fuese Parmenio”.
El contrato-estafa entre Leonel y la Barrick sólo le conviene a la Barrick. Y a nadie más.