Aumentan las víctimas por dengue y no sólo las autoridades están en jaque, sino la población en general, aún cuando las cifras de defunciones parecen estar lejanas a la realidad.
El caso es que ha afectado mucho la noticia acerca de unas 33 personas afectadas por el dengue hemorrágico en los últimos dos meses en Hato Mayor, sobre todo cuando en Santiago las autoridades reportaron recientemente el fallecimiento de otra menor y la provincia admitía unas 16 muertes por esta causa.
Hace apenas unos días, el ministro de Salud Pública, Bautista Rojas Gómez, daba a conocer que el dengue había cobrado 26 vidas y los casos ascendían ya a unos 5,466 y aunque el titular asegura una y otra vez que “las principales enfermedades epidemiológicas de mayor incidencia en el país no sólo se encuentran bajo control, sino que han disminuido su incidencia en los últimos años”, las circunstancias refleja otras realidades.
Es cierto que en muchos sitios del país se han desarrollado ofensivas dirigidas a acabar con los focos y criaderos del mosquito Aedes Aegyptis; pero, las basuras y desperdicios, las lluvias de los últimos meses y el aletargado sistema de prevención y educación, que implica medidas a ejecutar antes y no durante o después, han contribuido a la proliferación del vector causante de la enfermedad.
Como plantea en su acostumbrado artículo de opinión la colaboradora Balbina Negreira, “los basureros a tope. Las calles llenas de zanjas y hoyos. Los sépticos y aguas negras descuidados. Ante este panorama de salud pública; poco resuelve la fumigación como tal, sino se erradican los vectores de la enfermedad…”
Lástima que las reflexiones tengan que hacerse a veces, como es el caso, sobre la base de una lista de muertes que pudieron ser evitadas.
