No se trata de aquellas disposiciones ominosas que la investigación ha ido cargando sobre los hombros de José David Figueroa Agosto, quien conforme a revelaciones, habría dispuesto de la vida del coronel que le fungió de protector, porque entendía que éste lo había delatado para quedarse con buena parte de sus bienes.
Dicen que ordenó que esa ejecución se produjera el 24 de diciembre, y no el 22 ni el 23, cuando ya el operativo estaba montado y ensayado, porque quiso que ese sacrificio simbolizara con el de los cerdos.
Por igual se revela que a través de la mensajería electrónica mantenía un intercambio epistolar con su ex brazo ejecutor, Omar Antigua Polanco, a quien habría llamado a unírsele en Puerto Rico, pero que tal requerimiento era evadido, alegando fobia a las aguas del mar.
Se le proporcionaron los medios, pero Polanco mantuvo la negativa. Agosto le habría respondido con un mensaje paternal, exhortándolo a que se cuidara.
Supuestamente le dejó de hablar un tiempo, y luego le escribió para informarle que harían un cambio de los teléfonos para mantenerse en contacto y que le haría llegar un dinero.
Entonces lo citó al parqueo de Carrefull, donde el sicario contratado le pasó los equipos de comunicación para que se entretuviera examinándolos y cuando se dispuso a sacar el dinero, lo que extrajo del bolso fue el arma con la que lo acribilló.
Sobre el señor de la panadería, dicen que conservaba propiedades con las que aparentemente se quería pasar de listo y por eso compró su boleto al viaje sin regreso.
No son esos decretos, y ni siquiera los que se aguardan para estos días, sin mayores expectativas. Las cosas no pasarán del llenado de las vacancias que se han creado con los incumbentes que serán legisladores.
Luís XVI fue un reformador, que dio mucho para producir cambios, pero lo hizo cuando el iluminismo había llevado a sectores que iban bien, a aspirar a mucho más, y nada les llenaba. Todavía es un rompecabezas la interrogante de por qué un acontecimiento tan atroz en sus expresiones de violencia, como la Revolución Francesa estalló en un país que, como dice George Rudé “tenía los mejores caminos de Europa; estaba mejorándose el bienestar social; se había abolido la tortura; y el sistema de admisión para encarcelar a las personas sin procesos estaba cayendo en desuso… Más aún, la Bastilla estaba vaciándose de detenidos, y en julio de 1789 sólo siete pudieron ser liberados”.
Mejoró la relación de servidumbre entre campesinos y dueños de la tierra, pero se aspiraba a más, y en agosto la Asamblea decretó 19 disposiciones que llevaron las reformas de Luis XVI mucho más allá de los límites que él les había impuesto.
Esos decretos pusieron fin al feudalismo, aplanaron el camino para la declaración de los derechos del hombre, y variaron la democracia de propietarios. El buen rey, luego guillotinado, fue proclamado (Decreto #17) restaurador de la libertad francesa, pero en esos días de barbarie las cosas cambiaban de la noche a la mañana. Francia tuvo tres constituciones en apenas seis años y varias formas de gobierno.