Quizás sea necesario hacer un alto en el camino y reflexionar sobre esa historia que abarrota cada siglo de la existencia de esta nación, sostenida por brazos y corazones de hombres y mujeres a quienes debemos cada instante de libertad.
Tal vez sea imprescindible para quienes asumen este 16 de agosto nuevas responsabilidades en el timón del futuro inmediato en la República Dominicana, sentirse comprometidos con lo sucedido aquel 16 de agosto de 1863, cuando se proclamó la segunda independencia con el Grito de Capotillo, como se conoce en la historia patria.
Lamentablemente, tras aquel 27 de febrero de 1844, cuando fue declarada la independencia dominicana, hubo un “paso atrás” con la Anexión a España, llevada a cabo por el general Pedro Santana. De hombres y mujeres libres, se pasó a colonia española y entonces hubo nuevos nombres que emergieron para rescatar lo que constituye un derecho propio: ser libres. Benito Monción, Santiago Rodríguez, Pedro Pimental, Juan Polanco, entre muchos otros, que por razones de espacio no pueden nombrarse aquí. Pero, sin duda, hay una jerarquía política y militar que marcó esa y futuras épocas, el general Gregorio Luperón, jefe superior de operaciones en la zona de Santo Domingo por el gobierno provisional.
Hubo un gesto decisivo de los revolucionarios, cuando entraron a Santo Domingo y tomaron el Cerro del Capotillo del Centro de Capotillo Español, sitio donde enarbolaron la bandera nacional. Del patriotismo y la valentía de Gregorio Luperón se habla en el mundo entero, de sus hazañas militares, el amor por la libertad y por defender el derecho de su pueblo a una verdadera soberanía. De la manera en que ayudó a los jefes independentistas cubanos y sobre todo, de sus ideales “puros y nobles, alejados de bajas pasiones y glorias personales” y la manera en que llamó a la “Unión, independencia, libertad o muerte”.
Pero, nadie puede olvidar aquel período que debió enfrentar Luperón, pleno de crisis económicas, políticas y sociales, donde el gran hombre tuvo que enfrentar las ambiciones de poder de los antiguos restauradores y las luchas internas.
Otro 16 de agosto vive la nación dominicana, diferente en su momento histórico y concreto; sin embargo, las enseñanzas de otrora pueden servir para no cometer errores insalvables. “Lo que fue está en lo que es”, dijo el Maestro: reflexionemos, sobre todo quienes tienen en sus manos el poder.