Ayer al salir de casa para ir a jugar tenis, cambie la acostumbrada ruta para evitar un acecho y ser asaltado. Bajando por la avenida Winston Churchill, ya cerca de la feria vi unos pájaros negros en un vuelo de danza lenta circular. Pensé que los bubies que habitan en el islote alto velo, como otras aves habían emigrado. ¡Oh son algunos de los voraces buitres de picos ponzoñosos y garras devoradoras que no obtuvieron un curul o el asiendo preferido de un municipio! Merodean para acomodarse en el rico altar de la mina que controla los cabildos.
No hay disimulo, menos honor y dignidad, no se la buscan en la sombra como Lucio Elio Sejano, prefecto del pretorio del emperador Tiberio. Salieron de los rincones sombríos politiqueros cabildeando para cogerse los huevos de oro y no para sacar polluelos de bibliotecas, calles asfaltadas, parques y ornato. Son los mismos conocidos politicastros, que tienen su plan, lo ejecutan y las manos llenas van al bolsillo. No aceptan lo que ya tienen sea bastante, son necesitados miserables, aunque vivan como patriarcas regionales.
El trato con los buitres es muy dañino estos viven en el desacato y podemos caer en ese mal que nos mancha. Y cuanto más son esos rapaces, cuanto mayor es el peligro. Nada existe más perjudicial a las buenas costumbres como aceptar y beneficiar a los violadores consuetudinarios de la Constitución y leyes.
Los amantes del asalto al erario de los cabildos no ven que una carrera irreflexiva arrastra muchas cosas que después querrían hacerla retroceder. Nadie tiene el poder para borrar como que no existió lo que la naturaleza repudia. Las malas acciones. Los abogados dicen no hay crimen perfecto.
La avaricia es una baja pasión que envilece, el dinero obsesiona y se convierte en tentación poderosa, aplastante. La entronización y protección de la inmoral impunidad va acostumbrando a vivir violando los buenos hábitos, trillando el camino que destruye la familia y la sociedad. Están enloquecidos no pueden respirar sin su mal millones de pesos, no comprenden las cosas anormales. Menos ven la inutilidad de lo que no es honesto. No viven el bien espiritual, el que nunca va a faltar en la hora crucial de la vida. Están engañados permiten que los bienes materiales sean su único interés, estos nublan el entendimiento, son trampas, redes ilusorias.
Consideran los asuntos desde un punto de vista egoísta, y para mayor desgracia no vislumbra un solo con ideas claras e historial honesto. Yo veo a un Juan Pablo Duarte desconocido, ignorado y la pérdida de la moral social dominicana forjada en la enseñanza hostoniana. Esta es la triste escena que presencio cuando sabemos de la práctica del peculado y nepotismo.
Ya salen los informes de las deudas de los ayuntamientos, sucederá como siempre, borrón y cuenta nueva. Urge cortar las garras que perforan los fondos del erario de los municipios. Como no hay vergüenza, son felices disfrutando del dinero, robando en el ejercicio del cargo público. Esa es su democracia.
Napoleón Bonaparte actuaba con severidad contra la corrupción. El capitán de artillería Moreau le solicitó ser asignado comandante de una de las compañías del ejército que iba para Italia. Napoleón mira a su ayudante, el mariscal Desseau y le dice: si un oficial le hace una solicitud mediante la cual el antepone sus intereses personales a los del servicio, dígale no, si lo complace, alimenta la corrupción. Enciérrelo y no olvide que es artillero, no administrador.
¿Por qué los dominicanos no aplican esta enseñanza moral? Yo contesto, no están deacuerdo con la máxima del filósofo Isócrates: sal de los cargos publico mas honrados, pero no más rico, que las alabanzas del pueblo vale más que todos los haberes.